El periodismo “es, debe ser, la conciencia de la nación y de la sociedad”, afirma Omar Ospina. Decir la verdad no es cosa sencilla. Se requiere de una actitud transparente ante la divulgación de los acontecimientos. El periodismo es determinante en todo conglomerado social. Tal ejercicio alcanza una elevada concepción ética que consolida a su vez, un nivel imprescindible de credibilidad. El dinamismo y sinceridad son factores que inciden en la tarea reporteril dispuesta. Como resume Javier Darío Restrepo, tres son los ejes básicos: verdad, responsabilidad e independencia. Él considera que “la gran tarea investigativa de todo periódico y de todo periodista es buscar posibilidades y, por consiguiente, apuntalar la esperanza de la sociedad”. La comunidad en su conjunto aspira un periodismo limpio de intereses particulares o corporativos, que transmita en esencia, además de diagnósticos, sugerencias válidas y argumentadas.
El periodista es un profesional comprometido con la veracidad de los hechos y el devenir infatigable de los sucesos cotidianos, en torno a una colectividad que reclama fórmulas viables para superar la crisis. El periodista es un ser preparado en y para todos los roles. Debe apasionarse, entre otras áreas del saber, por la literatura, el arte, la cultura.
Por su parte, la globalización tiende a una individualidad excesiva como efecto competitivo, ante lo cual la comunicación se convierte en un puente sensible para la integración social. En sí, el periodista posee la capacidad de persuasión con el receptor frente al quemeimportismo, y provoca la reflexión en campos múltiples como catalizador entre el poder público y la ciudadanía. El periodista, en sí, al estar inmerso en la convivencia diaria se acerca al problema común y de manera implícita también propende al cambio en las estructuras sociales. Al fin y al cabo, él también es un sujeto con sentimientos propios, de carne y hueso. En tal sentido, su tarea no se exime de la esperanza ante el futuro. Gabriel García Márquez ya calificó al periodismo como “el mejor oficio del mundo”. Con agudo criterio sentenció: “es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”.
Esa alusión inicial a la conciencia es la que convoca los cien años de vigencia de Diario El Mercurio, en su honda contribución periodística en favor de la ética y de los pilares democráticos de Cuenca y del Ecuador entero. (O)