Luego de una serie de cálculos y de cotejamiento de cifras, parece que ahora sí los medios de comunicación tienen resultados finales sobre el tristemente célebre escándalo “Polit & Polit”. Son 14 millones de dólares pagados por la fianza de Carlos Pólit, 14 millones de dólares más pagados por la fianza de John Pólit y 16 millones de dólares recibidos de la Odebrecht, total: 44 millones de dólares. A esta suma habría que agregar el pago a los abogados gringos y, por ahí, algunos “picos”, sobre todo en bienes, aún pendientes de pesquisarlos.
John Pólit, también procesado, busca ahora desesperado entrar en el régimen de cooperación eficaz, tras lograr la reducción de la sentencia que, en el caso de su padre, llegó a los diez años de prisión. Es difícil imaginar cómo un padre pudo arrastrar a su hijo, o quién sabe si viceversa, a este torbellino de corrupción y de ambiciones sin límite que, de no ser por la acción de los funcionarios judiciales estadounidenses, a lo mejor terminaban mismo mandándose a cambiar con el santo y la limosna.
Que dirán ahora quienes pusieron el grito en el cielo cuando Polit fue acusado de corrupto, los que pasaron de llamarlo “el contralor cien sobre cien” o “el simpatiquísimo Carlitos”, a perseguido político, los que proponían hacer “una vaca” para ayudarlo a pagar los honorarios de sus abogados, porque “son carísimos”, argumentaban en su lastimera petición. Realmente que se necesita ser bien, pero bien caretucos, para insistir en la defensa de este espécimen que, habiendo sido titular indiscutido de la “delantera” correista durante la década bailada, hoy reposa con sus huesos en la celda de una cárcel de La Florida, lamentablemente para padre e hijo, muy lejos de la acción de ningún juez transfugoso, experto en los vaivenes del habeas corpus.
Las autoridades deberían elaborar un folleto sobre la historia de “Polit&Polit” para repartirlo en los establecimientos educacionales, a fin de que la juventud ecuatoriana aprenda que el crimen nunca triunfa, que la riqueza malhabida no hace feliz a nadie y que el mejor galardón para la gente de bien es la conciencia tranquila, con uno mismo y con la comunidad. (O)