El día de mañana puede o no haber, por lo tanto, no se puede esperarlo. Esperando el mañana la oportunidad de disfrutar los días presentes se perdería. Y la oportunidad de disfrutar, se comprende en cualquier sentido según cada quien tome el término “disfrute” pues no se refiere sólo a los goces eróticos y sexuales, que son los preferidos, pero no excluye los demás como la complacencia en obras de arte, la naturaleza, el juego, etc. Aprovechemos el presente día, y no confiemos lo más mínimo en el mañana que puede no llegar, ni en “otra vida” que puede no haber.
¿Qué placeres son los mejores? Puede decirse que los corporales, porque son más intensos, así como los peores males son también los corporales según la concepción de la Escuela Cirenaica. La naturaleza misma del hombre hace que apetezca el placer y huya del dolor, por lo que serán buenas las acciones que producen placer y malas las contrarias. El problema está en que, aunque todos apetezcan el placer, es posible que cada uno lo sienta de distinta manera.
Un tema recurrente en filosofía y literatura ha sido: “Los placeres de la vida deben ser disfrutados ahora pues el futuro es incierto”. Omar Kheyyam, célebre poeta persa, en sus Rubaiyat, (cuartetos persas), elogia los placeres terrenos como una rebeldía contra el malévolo y fatal destino que lleva a la muerte todo lo bueno y hermoso de este mundo: “No dudes en beber y en gozar del amor. / Tendrás tarde o temprano que dormir bajo tierra/ sin mujeres ni amigos… la amapola marchita no florece de nuevo”. Catulo dice en sus versos que son la esencia de Carmina Burana: “Vivamos, querida Lesbia, y amémonos, / y las habladurías de los viejos puritanos/ nos importen un bledo. / Los soles pueden salir y ponerse; /nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera luz, / tendremos que dormir una noche eterna.”
Aristipo, filósofo del hedonismo en Grecia, aconsejaba no preocuparse ni por el futuro ni por el pasado, sino vivir lo más placenteramente posible el presente, que es lo que en realidad nos pertenece, y en esa forma de ver la vida está la verdadera sabiduría del filósofo. Es verdad que el ayer no existe pues ya pasó, y el futuro tampoco existe pues apenas es una posibilidad. (O)