Que nos ganó el desorden, el individualismo y la naturalización de la trampa; nos ganó el sinsentido del actual sentido común y nos rebasó la indolencia, la indiferencia y la arrogancia.
¡Qué nos pasa! Que no reaccionamos ante la mentira, la holgazanería y la artimaña; nos dejamos vencer por el fantasma de la perturbación mientras confrontamos un apocalipsis cognoscitivo que limita cualquier autenticidad -en el marco de la lógica- salvable en tiempos actuales, tiempos que corren.
Nos pasa que “inclinamos cabeza” frente a la inhumanidad del llamado humano que se humaniza únicamente con lo que es de su buen provecho; y, mientras lo correcto sea incorrecto para el NO correcto, lo justo será boicoteado por lo que supone el mantenimiento de una hipocresía, semejante a una viciada conveniencia egocéntrica y retorcida.
Con mente ofuscada, desesperanzan en el corazón y el cuerpo exhausto, nada bueno resulta en tanto subyace inclemente el maligno poder que extirpa la experticia individual y el talento colectivo.
Capaces de mirar e incapaces de observar ¡Qué nos pasa! Que solo nos quedamos ahí … (O)