Rectificar. Este debe ser el verbo más conjugado en un Gobierno. Con mayor razón por parte de quien lo preside, dispuesto, además, a escuchar y aceptar los errores.
Demasiada incertidumbre y bajas defensas minan la ya débil salud la República como para seguir soportando tumbo tras tumbo.
Se le ve al país caminando por el filo de la cornisa, consecuencia de tantos problemas, a la cabeza los apagones, la inseguridad ciudadana, la del mismo Estado; los ligados a la salud pública, a la falta de trabajo, a las pocas o nulas inversiones, a la protagonizada por una casta política preocupada en sí misma, en sus propios vericuetos.
La institucionalidad de la República no es una especie de gelatina a la cual congelar según el molde de quien la prepara o para satisfacer el paladar de otro. No, por favor, no. Entiéndalo.
La resolución pírrica, maloliente, del Ministerio del Trabajo, de suspender por 150 días y sin sueldo a la Vicepresidenta Verónica Abad, raya hasta en la desvergüenza, no solo jurídica, sino hasta moral.
La Constitución ha sido vilipendiada hasta el colmo de los colmos. “Una raya más al tigre”, pues no es la primera vez; tampoco será la última.
Un Ministro de Estado aplicando sanciones de esa índole a una Vicepresidenta de la República, elegida por el pueblo, cuya destitución, si fuere el caso, únicamente la prevé la Constitución.
Un Ministerio, léase el Gobierno, sancionando de la forma más burda a una Vicepresidenta por no marcar el reloj de asistencia en el nuevo lugar de trabajo. Insólito. Pueril.
Y, de paso, el Presidente del país, encargando la función a otra persona de su círculo.
No es estar a favor o en contra de. A favor sí, pero del respeto a la Constitución; de la democracia.
Si el Presidente quiere ser reelegido, juegue limpio, no sobre resoluciones tomadas por sumisos.
Aún queda tiempo para rectificar. Ojalá en medio de los apagones, alguna luz asome en el susodicho Ministerio y proceda como lo exige la decencia y el decoro.