Salas de rarezas     

Bridget Gibbs Andrade

Aves exóticas, cuernos de unicornio, plantas extravagantes y relojes de precisión extraordinaria son algunos de los objetos que se exhibían en los singulares museos que surgieron en la Europa de los siglos XVI y XVII. Se trataban de colecciones privadas de aristócratas, personas con inquietudes culturales o ricos burgueses que las exponían en una sala especial de su propia casa, adquiriendo estas el nombre de “gabinete de curiosidades” o “salas de rarezas”. Para visitarlas era indispensable una invitación personal del dueño de la colección. La decoración y organización de la sala destinada para el pequeño museo reflejaba las aspiraciones profesionales e intelectuales de su dueño y también su nivel económico y social.

Los gabinetes pertenecientes a la aristocracia buscaban producir un impacto estético con objetos exóticos o difíciles de encontrar. Por otra parte, los gabinetes humanistas creados por médicos o boticarios eran más modestos y tenían un fin práctico orientado a actividades científicas.

Lo que incentivaba la creación de estas colecciones era la curiosidad por todo lo que fuera insólito. Los objetos expuestos se clasificaban en dos categorías: las cosas naturales -Naturalia, en latín-, y las cosas artificiales -Artificialia-. Los humanistas estaban muy interesados en adquirir para sus colecciones plantas, animales o minerales a partir de los cuales generaron una taxonomía rudimentaria. Esto no impedía que se interesaran por las aberraciones de la Naturaleza como cabras con dos cabezas o cuernos deformes de ciervos. Poseer una rareza elevaba el prestigio del gabinete. El deseo de nombrar y describir nuevos especímenes y contrastarlos, hizo que se formara una red de intercambio de información entre coleccionistas para compartir y verificar sus hallazgos. Así, descubrieron que los cuernos de unicornio pertenecían a ballenas narvales, con lo que el unicornio quedó desterrado a la mitología.

El coleccionismo de aquella época alentó el desarrollo de la arqueología y el comercio de antigüedades. Muebles con numerosos cajones y compartimentos secretos habitaban estas salas.

Con el paso del tiempo, las salas de rarezas se abrieron al público en general para que la gente “se instruyera”. En el siglo XVIII, la legalización de las colecciones fue la base de los primeros museos, soterrando así a los gabinetes de curiosidades. Su legado está representado hoy en museos magníficos que nos permiten admirar un remoto y enigmático pasado, tan imprescindible para nuestros días como el aire que respiramos. (O)

DZM

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.

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