La tristeza y la preocupación parecen inevitables en momentos como los que atravesamos. Son emociones humanas, naturales, y, aunque incómodas, también son señales de que nos importa lo que sucede y de que necesitamos enfrentar esta carga emocional de alguna manera.
Rebecca Solnit, en su libro Hope in the Dark, sugiere que la esperanza no es una certeza de que todo saldrá bien, sino la disposición a actuar aun cuando no hay garantías, su visión nos invita a ver las emociones difíciles no como barreras, sino como puntos de partida para reflexionar y actuar. Porque sentirnos abrumados no nos hace débiles, nos hace humanos.
En circunstancias como las que vivimos, cuidar nuestra salud mental no es un lujo, sino una necesidad, por lo que es vital implementar prácticas que nos ayuden a sostenernos emocionalmente. Por ejemplo, Judith Orloff, en su libro Emotional Freedom advierte que el exceso de exposición a noticias negativas puede disparar nuestros niveles de ansiedad y recomienda programar un tiempo limitado para informarse y evitar hacerlo antes de dormir.
Por otro lado, siempre es importante cuidar los vínculos personales, compartir lo que sentimos con amigos o familiares alivia la carga emocional, escuchar o estar presente para alguien también es una forma de autocuidado; mientras que salir a caminar o meditar puede ayudarnos a manejar el estrés acumulado y recuperar claridad mental.
Así también, ayudar a alguien o colaborar en una causa comunitaria, incrementa la sensación de bienestar y propósito.
En momentos de crisis, no se trata de tener todas las respuestas, sino de avanzar un paso a la vez, sosteniéndonos mutuamente y confiando en que incluso en los días más oscuros, hay luz al final del camino. (O)
@ceciliaugalde