¿Hemos pensado cómo sería un eventual gobierno de Verónica Abad aunque sea por 45 días o algo más?
Pero, más que eventual, dígase potencial; y más todavía, real, tan real que sólo la tozudez de Daniel Noboa lo impediría.
Al inexperto gobernante no le quedará otro remedio que, cumpliendo con la Constitución, encargar el poder a su vicepresidenta, elegida junto a él por una gran parte de ecuatorianos, no tanto por creer en él, sino para impedir el regreso del correísmo al poder.
Si finalmente no lo hiciera, comenzará a asomarse a su tumba electoral, cuyo oramen está abierto desde hacía mucho tiempo, a no ser que sus estrategas le cambien el rumbo, y su Gobierno se apresure a dar luz cuando ya se ve el final del túnel, y la santa ira popular anda que explota.
Bueno no caigamos en offside. Volviendo a la posición correcta, de los ministros de Estado, ¿a quién o a quiénes no los tocaría la presidenta encargada Verónica Abad?
Algún iluso ¿cree que, por ejemplo, ratificaría a la Canciller Gabriela Sommerfeld; al Secretario de la Administración, Arturo Félix?
De la ministra de Trabajo, Ivonne Núñez, ni hablar. Tiene asegurada su destitución en la Asamblea. Aquí la alianza siempre viva entre correísmo y socialcristianismo la comerá viva, pese a que, en el fondo, su resolución de suspender a Abad por 150 días le favorecería electoralmente.
O, al revés, todo el equipo del Gobierno de Noboa, ¿querrá sentarse junto con Verónica Abad para seguir sus nuevos lineamientos o preferirá hacerse a un lado?
Pero, ¿qué podría hacer la presidenta encargada, si así ocurre como debe de ocurrir, guste o no, esté en capacidad o no, en tan corto tiempo, si el titular, en un año, con algunas excepciones, tampoco ha podido sacarle al país de la sala de cuidados intensivos?
Ha dicho no estar de acuerdo con la política económica, tampoco con el alza del IVA y otros impuestos; ha cuestionado el combate al crimen organizado; y, según el régimen, pondrá en riesgo la dolarización, amén de la subida del riesgo país.
Un gobierno lleno de incertidumbre, como el que Abad presidiría, ¿sería como si esperáramos la erupción de un volcán sentados en el filo de su cráter?
¿O le bastará con pasar a la historia como la segunda mujer que más días ha ostentando la Presidencia de la República, dando continuidad a las decisiones tomadas por Noboa y proponiendo otras?
En lo que le pone al país un “matrimonio político” cuyo sí fue producto de un enamoramiento pasajero, muerto ni bien llegó al altar, disputándose ahora lo hecho durante la breve sociedad conyugal, es decir el poder, aunque sea para unos pocos días. (O)