El fuego, equivalente a la llama, constituye un elemento básico en la existencia de los seres vivos, pero, así como puede ser purificador, es también destructor y se traduce en un enlace entre el cielo y la tierra, entre la naturaleza y la cultura.
Sin fuego, no hay vida. El homo sapiens lo descubrió y, entonces, el fuego procura calor, iluminación, protección de animales salvajes y permite la cocción de los alimentos. En la cultura clásica, el fuego se convirtió en un elemento para los dioses. Esquilo lo plantea en Prometeo, cuando entrega el fuego a los mortales y no a los dioses.
El fuego constituye el sinónimo de hogar y de supervivencia y, por tanto, es determinante para que la especie humana perdure y supere el mundo de las tinieblas. Pero, paralelamente al valor del fuego, también se observa su lado negativo y su capacidad de destrucción. En los últimos días, en el país, se han registrado en muchos lugares, como Guápulo, Vilcabamba, El Cajas, piras dantescas que han acabado con la fauna y con la flora del lugar, en especial en el parque del Azuay, fuego que ha sido provocado por pirómanos a sueldo, con órdenes superiores.
¿Cómo entender que en el Ecuador se produzcan incendios gigantescos y repetidos, provocados con el afán de acabar con el país y sus lugares patrimoniales? ¿Quién está atrás de estos actos pirómanos que incitan al fuego y a la destrucción?
¡El país debe iniciar un proceso de profunda investigación, a fin de dar con el autor intelectual de estos flagelos que acaban con la paz y la integridad del Ecuador! ¡Descubierto el autor, deberá ser llevado a prisión, por largos años! (O)