El cambio climático, la sequía, los devastadores incendios forestales que consumen frondosos bosques, montañas etc. la grave crisis política, económica, social, ética y moral, cubren con su funesto manto nuestro querido país.
Ante la lacerante realidad antes descrita, mis ojos cotidianamente ven pasar
por las siniestras callejuelas de ciudades y pueblos del Ecuador, los espíritus torvos de los ladrones; en las paredes y grietas de los muros, aparecen las víboras de la narcodelincuencia, y el escalofrío de la enfermedad, mezclado con la agonía de la muerte, se estremece por las calles.
La memoria arrancó el velo del olvido de mis ojos, y sentí como tiemblan las manos de los niños hambrientos en sus casas; la visión de las madres acunando lechos de miseria y desesperación llegaron al cielo.
La pesada mano del día se ha asentado sobre la ciudad de Cuenca. Ya se han corrido las cortinas de las ventanas y las puertas están abiertas. En los parques y avenidas asoman los ojos fatigados y los rostros ojerosos de los trabajadores, y de los que no tiene trabajo; sienten que la angustia se inmiscuye en sus vidas, y en sus semblantes arrugados aparecen el TEMOR Y LA DESESPERACIÓN.
Almas anhelantes de paz, justicia y trabajo congestionan las calles de nuestra querida ciudad, por todas partes se escucha el rechinar de las motos y los silbidos de los carros. La ciudad se ha vuelto un campo de batalla, en el que el fuerte domina al débil.
¡Oh espíritu de Jesús, que rondas por el reino etéreo! Tú sabes que esta vida tiene un sentido que la muerte no oculta te pregunto: ¿cómo puede acceder la humanidad a un conocimiento que solo se logra cuando el alma se libra de las ataduras del mundo material en el que vive?.
Ahora sé que el dolor y la pobreza purifican el corazón del hombre, aunque nuestras débiles voluntades no ven en el mundo más que el valor del poder del dinero y del éxito material como supremos valores humanos.
Aprovechándose del hambre, la miseria y el analfabetismo político en el que viven inmersos sus pueblos, aventureros de la política; emergiendo del anonimato han llegado al poder, convirtiendo a la democracia en una cueva oscura por donde se arrastran los reptiles de la hipocresía y de la falsedad.
Que hermosa es la vida cuando hay paz, justicia y amor; es como el corazón del poeta, lleno de luz y ternura. Y qué cruel es la vida, cuando es gobernada por falsos profetas de la política; es como el corazón de un criminal, palpitante de vicio y temor. (O)