Un sueño largamente esperado se cumplió hace 25 años. La UNESCO declaró a Cuenca Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Fue puesta al mismo de nivel de otras ciudades del mundo, merecedoras de tan universal reconocimiento.
No cualquier urbe lo logra dado lo exigente de los requisitos. Tampoco si no hay la perseverancia de sus autoridades y el aporte de personajes ligados al mundo de la cultura, la historia. Y Cuenca los tuvo. Su aporte es invaluable. Poco recordado, además.
Ha pasado un cuarto de siglo, y Cuenca, pese a las vicisitudes, ha sabido preservar y proyectarse para sacar provecho de tal declaratoria, siempre monitoreada por la UNESCO.
“Cuenca ya es del mundo” tituló este diario en su portada de hace 25 años la gran noticia. Y lo sigue siendo. Por ello es el lugar preferido de muchos extranjeros, incluso hasta para quedarse a vivir.
Se acrecentó la autoestima de los cuencanos. Muchos vieron la oportunidad para invertir, sobre todo en el área del Centro Histórico, literalmente el corazón de la declaratoria.
Las diferentes administraciones municipales, dejando a un lado las divergencias políticas, continuaron con las mismas políticas de conservación del patrimonio edificado, del entorno socio cultural e histórico, en fin, de todo cuanto constituye el núcleo central del reconocimiento universal.
Empero, en este lapso no faltaron los ojos esquivos ante la destrucción, deliberada a veces, de algunas casas patrimoniales, de las cuales solo quedaron las fachadas. La incuria, por parte de los dueños, es otro elemento en esa línea, debiendo anotarse la falta de recursos económicos para darles mantenimiento, a más de la inflexibilidad en las normas de conservación.
Otra cuenta pendiente es evitar la migración de los residentes en aquel sector. Para unos ya es un hecho: para otros, a tiempo de subsanarlo. ¿Existe un plan de gestión del Patrimonio?
El reto es seguir haciendo méritos para continuar siendo la “ciudad del mundo”.
