Vamos a hacer eco de esta palabra en nuestra mente de dos maneras. La primera con su pronunciación tal cual lo hacemos en español A-da-hjio. Y ahora hagámoslo arrastrando su diptongo -gio con la intención de la voz italiana A-da-shio. Ambas palabras guardan melodía en su modulación, y las dos nos llevan a un disfrute íntimo hacia la paz ¿Por qué?
Un adagio es una expresión en referencia a la moralidad de manera breve, a modo de refrán, un dicho, una frase. La misma proviene del latín adagium y memorizarla es bastante fácil. Pero lo más importante es aquello que lleva en su sentencia. Es decir, se trata de un llamado a una buena acción, a la reflexión, y posiblemente a un cambio de conducta. Se considera que, aunque son parecidos, adagio, refrán y proverbio guardan ciertas diferencias entre sí, siendo un refrán algo más informal en el lenguaje empleado, mientras el adagio lleva términos algo más serios. El proverbio es sabiduría hacia consejos prácticos sobre el modo de vida, y el adagio no necesariamente es un consejo, pero invita a un análisis de lo que se dice. Un ejemplo de adagio que hemos tratado en mi casa, con mi familia, es “No toda inteligencia es buena.” A usted querido lector de pensarla.
Pero el segundo sentido de esta palabra nos hace justamente alertar los sentidos, de manera especial nuestro oído. A través de las vibraciones, conduciremos también nuestra mente hacia la reflexión. Desde la raíz italiana, adagio nos invita a ir suavemente por un viaje melódico. Es una parte de una obra musical que se conoce como movimiento y que nos pide tomar un ritmo lento al frotar una cuerda de violín, o pulsar un arpa, una bandurria o una guitarra. Puede ser el soplido en la flauta traversa y el golpe en un bombo. El adagio musical evoca enamoramiento, nostalgia o duelo. Depende de las notas que se tocan y el sentir que se provoca en el público. Pero está ciertamente ahí, en esos momentos de melodía más sutil donde nos envolvemos en la reflexión que nos brinda el adagio de origen latín. Es la quietud del alma y la mente, pero no inmóviles, sino en el ritmo dulce de imaginar lo que queremos ser y dónde queremos estar en esa precisa frase musical, en un disfrute de paz. Antonio Vivaldi entrega adagios en cada estación de su gran obra Las Cuatro Estaciones. (O)