Resulta contradictorio y vergonzoso. La Comisión de Tránsito del Ecuador (CTE) suspende los operativos de control en las vías.
Por todos era conocido, hasta por quienes, a su debido momento, dirigieron esa institución: los operativos, con rarísimas excepciones, se convirtieron en métodos para extorsionar a los conductores.
Estratégicamente ubicados, los agentes dizque controlaban licencias de conducir, las matrículas de los vehículos. No debían estar caducadas. Presumiendo razones de seguridad, hasta preguntaban el número de la cédula de ciudadanía de los choferes.
Revisaban, además, el buen estado de las llantas, de las luces, aplicaban la prueba de alcoholemia.
Todo eso es correcto. Era su deber, pero un deber para prevenir eventuales accidentes de tránsito y el cumplimiento de la ley.
Empero, esos operativos devinieron en corrupción. Con mayor fuerza si los documentos referidos no estaban en regla, algo común y corriente en el país; o si detectaban fallas, sobre todo en luces y llantas.
En esos casos, los infractores merecían la aplicación de la ley. Correcto. Procedan. Pero era la ocasión para la corruptela: los contraventores, para no ir presos o evitar la retención del vehículo, ofrecían coimas cuyos montos subían según el grado de la infracción y la penalización.
Se configuraba el delito: el infractor coimando, el agente de tránsito recibiendo o exigiendo más; o hasta “inventándose” motivos para conseguir sus propósitos.
Eso no es ninguna novedad. Siempre existió. Ahora, escenas como las descritas son grabadas y viralizadas. Hay denuncias, quejas a diario. A los malos agentes se los llegó a llamar “vacunadores en las vías”. Hasta se inventaban causales.
De allí, según se deduce, la decisión de suspender los operativos, mientras se planea un proceso de reingeniería en la CTE. ¿Será posible? ¿Quiénes lo harían? Hasta tanto, vía libre para los infractores. Cuánto cuesta ser éticos en el Ecuador.