El presidente Daniel Noboa vuelve a poner en juego su palabra: el 20 de diciembre de 2024 se terminarán los apagones.
No se trata de la palabra de cualquier ciudadano de a pie. No. Al contrario, es la del jefe de Estado. No puede mentirle al país.
En las primeras horas ayer, Noboa sorprendió con su anuncio a los ecuatorianos. Lo hizo a través de su cuenta X, poniéndole condimento político al señalar como culpables al entonces gerente de la CNEL, y al cuñado del expresidente Lasso, ambos sentenciados “por sus actos de corrupción en este sector”.
¿Fue necesaria esa “descarga”, cuando el país ha sido ampliamente informado sobre las causas estructurales de la crisis eléctrica, comenzando por lo expresamente estipulado en la Constitución, más la negligencia manifiesta de otros gobiernos al desentenderse del Plan Maestro de Electricidad?
El presidente esgrime cuatro fundamentos para empeñar, una vez más, su palabra:
Recuperación de la capacidad instalada, por varios años descuidada; mantenimiento y recuperación de centrales térmicas e hidroeléctricas, funcionamiento del proyecto Toachi Pilatón.
Incorporación de nueva generación de energía (la contratada).
Compra de energía a Colombia; y la mejora de las condiciones meteorológicas.
El fin de los apagones supone el funcionamiento de todas esas alternativas, ¿o no?
Noboa –lo damos por hecho- tomó su decisión escuchando a los técnicos, no a los políticos, entre ellos a él mismo dada su condición de candidato.
La política no es empática con la técnica, peor con la naturaleza. Y el presidente lo sabe.
Hay razones para dudar. Varias veces anunció, asimismo con fecha, aquel final; pero la realidad le estalló en las manos.
Conjeturas aparte, el país, golpeado económica y anímicamente por los apagones, ansioso espera ese final.
Y recuerde: todo cuanto se haga, no satisface la creciente demanda de energía. Apenas es un paliativo. El camino a recorrer está entero.