La vida y las estaciones del año

Hernán Abad Rodas

El melancólico otoño llega después del verano jubiloso, el furioso invierno detrás del triste otoño, y la bella primavera aparece tras el paso del invierno atroz.

¿Volverá alguna vez la primavera de la vida a nuestro Ecuador? Para que volvamos a ser felices con los árboles, sonreír con las flores, correr con los arroyos y los ríos, y cantar con los pájaros, como solíamos hacerlo cuando nuestro país era considerado una ISLA DE PAZ?

¿Nos reunirá alguna vez la tempestad que dispersó a los ecuatorianos? ¿Volveremos para reencontrarnos con una verdadera democracia, con la paz y con una justicia libre del cautiverio del poder político y de la narcodelincuencia?  No lo sé, pero presiento que la vida es una especie de deuda y pago. Nos da hoy para quitarnos mañana, nos da de nuevo y de nuevo nos quita, hasta que nos cansamos de tanto dar y recibir, y entonces nos entregamos al sueño final.

Las cosas que un niño ama, permanecen en los dominios del corazón hasta la vejez. Lo más hermoso de la vida es que nuestras almas permanezcan flotando sobre los sitios donde alguna vez nos divertimos. Yo soy uno de los que recuerdan tales sitios, ajeno a la distancia o al tiempo.

No permito que ni un solo fantasma se desvanezca con las nubes de la tempestad, y son las eternas remembranzas del pasado las que me causan tristeza, pero también alegría; aun así, no cambiaría las tristezas de mi corazón por las dichas del mundo materializado en el que vivimos inmersos.

Maestro Jesús, TÚ sabes que esta vida tiene un sentido que la muerte no oculta. Pero ¿Cómo puede acceder la humanidad a un conocimiento ESPIRITUAL que sólo se logra cuando el alma se libera de las ataduras del cuerpo material?

Ahora comprendo que la ignorancia, la maldad, el despotismo tienen sus causas y que la BELLEZA, es una revelación de la sabiduría, producto de la virtud y fruto de la justicia.

Próximos a celebrar el nacimiento de Jesús el Nazareno, desde el muro del presente, escucho los himnos de la humanidad, el sonido de las campanas que anuncian el comienzo de la plegaria en el templo de la belleza. Veo campanas moldeadas con el metal de la emoción y suspendidas sobre el altar sagrado del corazón humano.

Desde atrás del futuro veo multitudes de seres humanos que cumplen con su culto en el seno de la naturaleza destruida por el fuego y la sequía, quienes con sus rostros vueltos al cielo, esperan la inundación de la luz del mañana, y la mañana de la verdad, la justicia y el amor. (O)

Dr. Hernán abad

Médico Neumólogo, Postgrado Universidad de Chile. Socio fundador Academia Ecuatoriana de Literatura Moderna e Historia. Miembro activo del Club de Leones de Cuenca.

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