En diciembre, la rutina de la mayoría se altera.
Se multiplican los agasajos, las comilonas, las farras, las reuniones familiares y con amigos, las novenas, los programas en escuelas y colegios, el amigo secreto, los intercambios de regalos, las compras…las compras.
Para todos está claro que el consumismo se exacerba, así como la evidencia de las enormes brechas que existen en nuestra sociedad. Se nota el exceso así como la pobreza.
Muchas personas tienen el ceño fruncido, la preocupación e incluso la angustia dibujada en sus rostros, porque el dinero no alcanza.
Los que podemos, atravesamos el mes haciendo cuentas, presupuestando, tratando de no gastar más de lo que podemos costear, aunque a veces lo que compramos en un diciembre lo terminamos de pagar en el siguiente.
Sin duda, diciembre es más comercial que espiritual.
Nos hemos olvidado de celebrar, de abrazar, de decir te quiero, de compartir el espacio o el pan, de encontrarnos, de disfrutar lo sencillo, lo importante, nos hemos olvidado de ser felices, de sonreír.
Cambiemos de actitud y como dice Joaquín Sabina, seamos felices aunque solo sea por molestar. (O)