La expansión territorial de Guayaquil tiene en los asentamientos informales o invasiones una característica cíclica. Desde la década del 90 los asentamientos se extendieron a partir de la vía Perimetral hacia el noroeste. Ahí surge una nueva ciudad, de calles lodosas y humildes viviendas.
“Las invasiones son consecuencia de la conjugación de múltiples factores, estructurales y coyunturales. Responden a las desigualdades sociales existentes; a la incapacidad del gobierno local, provincial y nacional para generar empleos decentes y adecuada remuneración; a la insensibilidad de las élites sociales y económicas para acortar las grandes diferencias sociales”.
En estos últimos cinco años las invasiones ubicadas al noroeste de Guayaquil, que antes correspondía a un territorio amplio y vistoso, con la presencia de hermosos bosques protectores: Papagayo y Cerro Blanco, denominadas Monte Sinaí, Realidad de Dios y Ciudad de Dios, son noticia de primera plana pero no por la inauguración de obras de agua potable, alcantarillado, vías que se pavimentan, pues reina la pobreza, careciendo de todo, sino más bien por las bandas organizadas que se ha tomado por completo estos sectores.
Monte Sinaí y especialmente “Ciudad de Dios”, corresponden a zonas marginales de amplio crecimiento poblacional, con 131.000 habitantes y 38.000 viviendas donde la pobreza es la herencia que se reproduce entre sus habitantes, extremamente vulnerados y en estado de indefensión, con sus hijos “presa fácil” para adherirse a los grupos delincuenciales.
No se puede acceder libremente sin tener el evidente riesgo de ser secuestrado, asaltado o asesinado por las bandas las cuales tienen el “derecho” a su control total y a la recepción de dinero y del diezmo.
Es bueno reflexionar que los migrantes que llegaron a estos sectores proceden del Guayas, Manabí, Esmeraldas y de nuestros: Azuay y Cañar quienes no pudieron reunir dinero para darle al coyote e irse a los EE.UU, con hijos jóvenes sin trabajo, sin acceso a la Universidad, carentes de apoyo para salir de la marginación, del campo a quienes nadie les enseño hacer nada, ni siquiera a elaborar un buen queso, una artesanía. (O)