Más allá de lo comercial y consumista en la que hemos convertido la temporada navideña, hay también espacio para creer o necesidad de hacerlo.
No me refiero sólo a las creencias religiosas, sino a la necesidad de muchos de creer que lo que nos dicen y nos prometen es verdad, aplica para gobernantes, asambleístas, candidatos, jueces, servidores, parejas, hijos, etc.
Nos provoca utilizar a mansalva el beneficio de la duda, dar votos de confianza a los mentados, pues queremos y necesitamos creer que los que no sabían ya han aprendido, que no habrá más improvisaciones, que se administrarán los recursos públicos con pulcritud, que todos los jueces serán probos y letrados, que los servidores servirán, que no en todo hay dinero sucio, que no habrá violencia…que la infidelidad acaba, que los hijos arreglan su cuarto…
Necesitamos creer que tenemos salvación, que el año que viene será mejor, que podemos ser nuestra mejor versión, que los actos de contrición y propósitos de enmienda son sinceros.
Que nadie se confunda, no hay resignación ni ingenuidad, solo necesidad de creer para no desfallecer. (O)