Hace cuatro décadas con nostalgia deje mi colegio, el Agronómico Salesiano. Quedaron mis oscuras sombras arrinconadas en algún lugar. Pasaron los años. Corrió el tiempo, y de esta pequeña lejanía, pero “a la distancia de un suspiro” como dijera el poeta me llega el recuerdo.
Aún logro el milagro de percibir el aroma de las flores del jardín, la exuberancia de la tierra donde prosperaban deliciosas mieses, la bondad del forraje para el ganado estabulado que ofrecía pingues utilidades, las llanuras de maíz, las jugosas uvas, el verdor de la lontananza proyectada por el majestuoso Turi.
De todo ello, ¿qué a quedado?; solo recuerdos, los vivos recuerdos se atesoran bajo la prosperidad del cemento. Y, ¿qué decir de sus maestros?, excelentes; el padre Aurelio Mapelli, el padre Wissón, como directivos y auténticos seguidores de San Juan Bosco y Domingo Sabio, nos colmaron, en primer lugar, de sabiduría cristiana, luego científica lejos de la sofistiquez de la tecnología que ahora cunde de diestra a siniestra y que a veces redunda negativamente. Martín Miotto, Cossme Cossu, Ángel Estrella, Lunardi, Mejía, Feijoó, Auquilla, entre otros, fueron mis abnegados maestros que los recuerdo con cariño.
Las circunstancias y los tiempos cambian a los hombres. Forzosamenteme vi obligado a desviar mi profesión; mi vocación agrícola es complementaria, me persigue como la sombra.
¡Cómo olvidar las enseñanzas de mis buenos profesores! ¡Cómo dejar de pensar que la actividad más noble y útil que es la agricultura! GRACIAS MIS BUENOS MAESTROS.
Gracias a la gran familia Salesiana que ahora continúa formando con calidad y calidez a la niñez y juventud ecuatoriana.
Y, en esta ocasión este modesto exalumno desea una FELIZ NAVIDAD A LA FAMILIA SALESIANA. (O)