Un problema que se agudiza en estas conmemoraciones navideñas, tan antiguo como la misma humanidad, más preocupante y manifiesto en casi de todos los países tercermundistas, e incluso del primer mundo, tal el caso, de la presente mendicidad en las calles de Nueva York y otras grandes ciudades del continente.
Un problema antiguo que, ya se muestra, al conocer las enseñanzas de seres extraordinarios como Jesucristo que predicaba dar de beber al sediento y de comer al hambriento. Empero, actualmente estamos afrontando una proliferación de mendigos de diferentes edades, sexo, e incluso nacionalidades.
¿El por qué atendemos al mendigo? Es fácil deducir desde el punto de vista humano, religioso, hasta político e incluso de mostrarnos como “caritativos”. Sin embargo, la mendicidad es multicausal como la pobreza, falta de trabajo, no disponer de vivienda, enfermedades, y un grupo importante de mendigos que han concebido, debido a sus experiencias, que es mejor mendigar que trabajar, siendo un problema grave porque la persona ha perdido la vergüenza, la autoestima, descendiendo a la escala animal: solo de la supervivencia.
La mendicidad internacional es multifactorial generada por las guerras y más, pero enfocándonos ya en el país creemos que no se debe incentivar, en especial aquellas de los niños que son víctimas fáciles de trata de personas o mafias, drogadicción y otras; en lo relacionado a los adultos mayores creemos que al atender al mendigo no solucionamos el problema, y que hasta indirectamente podemos estar haciendo inútiles a mucha gente que puede trabajar y que se mal acostumbra a la “vida fácil”, incluso sin pecar de exagerados, aunque nos cueste recriminaciones, podemos estar incentivando la ociosidad; además, no nos olvidemos que muchas veces detrás de una vestimenta de un mendigo puede estar un delincuente o potencial incluso asesino.
El afrontar el problema debe comenzar desde el Estado y Gobierno generando más puestos de trabajo y sobre todo mayores oportunidades para, casi podemos decir, “sobrevivir”, en una región o país en donde la impunidad y la corrupción son endémicos que hacen difícil que haya igualdad entre ecuatorianos. Por ello, es la hora de meditar para dar el voto … ¡Ya no más mitómanos en busca de la Presidencia! (O)