En esta época de Navidad, el mundo entero vive una gran explosión de emociones, luces y colores, las ciudades iluminan sus calles y plazas y las viviendas particulares se engalanan de la mejor manera , como queriendo olvidar por unos días las trágicas situaciones del universo, las guerras fratricidas que son el denominador común entre dos mundos contrapuestos que luchan y se desangran para alcanzar el dominio del poder . Poco tiene esto que ver con el espíritu y el verdadero sentido de la Navidad, muy lejano esta aquel origen primario del nacimiento de Jesús, cuyo objetivo principal se basa en recordar éste acontecimiento cristiano universal y cuya festividad es para recordar al niño Jesús, que se encarnó en la Virgen María, para redimir al mundo del pecado. En la actualidad estamos perdidos en el mar de propuestas del capitalismo que nos atrapa en la red de consumismo compulsivo, para que todo el mundo durante aproximadamente un mes, gaste la mayor cantidad de dinero posible en la adquisición de bienes y servicios, con tal de no darse un tiempo de reflexión e interiorización que permita practicar el amor y adoración al creador de un universo deshumanizado, que ha olvidado sus mandamientos y sus lecciones para vivir en comunión permanente con Dios. La Navidad ha pasado a ser un barullo exterior que nos aparta del silencio interior que todos necesitamos, de la comunión íntima con lo verdaderamente importante. En ésta época debe ser el abrazo, el beso, el cariño que se transforma en la gran descarga de emociones que el mundo continuamente reprime, porque la vida es dura y hay que estar siempre bien para poder sobrellevar las dificultades. Dios no eligió nacer en el gran Palacio de Herodes, rodeado de todos los lujos propios de la aristocracia judía, donde no falta la comida, ni el vino, ni el mejor coro de aduladores del poder. Dios no ha elegido ni la riqueza ni el poder de los hombres, sino todo lo contrario eligió ser un hombre sin poder ni riqueza alguna, para enseñarnos la humildad y el servicio a nuestros semejantes, mientras estamos en éste mundo terrenal. Los pobres hoy son aquellos que, aunque intenten imitar a lo que tienen los ricos, no lo pueden hacer, ya que son sometidos a un desprecio social debido a su condición de ser simplemente pobres. Pero son ellos a los que justamente Dios elige para anunciar la llegada del Mesías. Por eso son los pobres los privilegiados, por eso los pobres tienen la gran oportunidad de experimentar el verdadero Misterio de la Navidad, ya que llevan marcadas en su alma las cicatrices de los latigazos sociales que reciben a lo largo de todo el año y de todos los tiempos. Deseo ardientemente que la Navidad de los pobres, que no es solamente el día 25 de diciembre sino cada día de su vida, nos ayude a ver en ellos el verdadero rostro de Dios encarnado, hecho hombre y despreciado hace más de dos mil años y hasta hoy que seguimos ignorándolo. (O)
Dr. Luis Antonio Muñoz
Doctor en Jurisprudencia, periodista profesional, docente y columnista de Diario el Mercurio.
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