De acuerdo a la religión occidental en el mes de diciembre se celebra el nacimiento de Jesús, un enviado más de la Divinidad. Pero eruditos investigadores han determinado que ese acontecimiento ocurrió en marzo o, máximo, en abril. Nos preguntaremos entonces que pasó para que bajaran de ese mes al que festejamos actualmente.
Lo que ocurrió fue que milenio y medio antes de Jesús, en Irán, nació por estas mismas fechas (cambio de la estación invernal conocido como el Parto de la Reina del Cielo, en que se veneraba al Padre y la Madre divinos con cánticos, bailes, comidas, regalos, alabanzas, encuentros, rezos y agradecimientos por el inicio de una nueva época y oportunidades de nueva vida, ocasión de dejar atrás lo malo y proyectarse al futuro con ventura) Mitra a quien llamaron dios. Acto apoteósico recordado con fervor por sus creyentes.
Pero al dogmatismo católico y los fundadores de esta religión no les pareció bien que alguien que no encajaba en los planes jesucristianos como Mitra, a quien consideraron un pagano y su conmemoración, una herejía, llevara tanta atención y veneración, entonces sustituyeron la fecha del nacimiento de Mitra y en su lugar pusieron a Jesús como nuevo farol de adoración, violando toda norma de decencia y verdad, es decir otro engaño más.
Si esta nueva navidad, que se extendió por Occidente fundamentalmente, al inicio del jesucristianismo católico principalmente, fue espiritual más que nada, queda la esperanza y la duda, para lo que ahora es un festejo de ambición, egoísmo e individualismo que no se acerca en nada a la pureza de la existencia y enseñanza de Jesús de hace casi 2 000 años.
No colaboremos para hacer de esta fiesta religiosa que conmemora el nacimiento de tantos enviados de la luz, que tienen que nacer por estas fechas si de veras lo son, una burla, y para ello es necesario que nos quitemos la venda de los ojos para que la mente pueda ver con claridad, analizar, diferenciar y ejecutar nuevos correctos procedimientos. Bienaventuranzas de corazón. (O)