La desaparición de cuatro menores de edad en la ciudad de Guayaquil, es un hecho que ha conmovido y que ha provocado justa indignación ciudadana. No vamos a adoptar en este comentario el papel de detectives intentando aclarar un presunto crimen o, peor aún, como muchos actores políticos que no les importa la preocupación y el dolor de los familiares de los chicos, y que más bien quieren aprovecharse de ese sufrimiento para obtener beneficios electoreros. No. Vamos a adherirnos al tono de reclamo ciudadano, de aquel tono que no reclama nada para sí, más allá del derecho a que se nos diga la verdad.
Las sociedades que basan su accionar en la mentira, el engaño, el fraude, son sociedades débiles, sin solidez en sus cimientos, sin fortaleza en sus estructuras. Son sociedades incapaces de marcar una ruta, sujetas al vaivén de las olas, de los vientos y, lo que es más grave, sujetas a las veleidades y a las ambiciones del poder de turno. Cuando se dice la verdad, en cambio, y se la expresa con firmeza y sin ambages, crece la confianza, se incrementan las certidumbres y la sociedad se desenvuelve en paz y concordia.
El presidente Noboa ha ofrecido cambiar los esquemas aplicados hasta antes de su gobierno, pues entonces esta es la oportunidad de hacerlo, y, sobre todo, de demostrar que los hechos valen más que las palabras. Que la investigación sea técnica y apegada estrictamente a los hechos, que la Fiscalía no deje ningún detalle sin esclarecer, que el Gobierno y las FF.AA presten todo el contingente necesario para el buen fin de la indagación y que, finalmente, si hay culpables de la desaparición de los muchachos, estos sean castigados de acuerdo a las leyes pertinentes.
Los medios de comunicación y la ciudadanía llana debemos estar atentos a las incidencias del presente caso, denunciando a aquellos que intenten medrar del dolor ajeno y exigiendo informaciones honestas y transparentes. Enderecemos entonces el rumbo de la nave y optemos por la vía de la verdad, seguramente no será una vía fácil ni exenta de riesgos pero quedaremos en paz con nuestras conciencias y con nuestras obligaciones cívicas. (O)