“Yo despido al Año Viejo…”

Hemos de despedir al año con breves disquisiciones sobre el adiós y la muerte, evocando una estrofa de esa canción considerada para muchos –me incluyo– un himno legítimo y necesario para decir adiós al año que termina. De inspiración de Crescencio Salcedo y cantado por el inmortal mexicano Tony Camargo: “… WUEPA YA, ANDA/ Con ganas, con ganas, vamos/ Brrrrruh/ Eh, eh, eh, eh, eh, eh, eh/ Vaya/ … YO NO OLVIDO AL AÑO VIEJO/ Porque me ha dejao’ cosas muy buenas/ Ay, yo no olvido al año viejo/ Porque me ha dejao’ cosa muy buena/ …”

Ciertamente que ¡adiós! es una de las exclamaciones más profundas del sentimiento humano, porque dice relación a una despedida sin vuelta atrás, es decir que ya nunca retornará. Esta palabra mayor se la expresa en la crisis existencial más insondable, cuando al ser amado se lo abandona en la ciudad de los muertos. Pero también se la prorrumpe cuando se aleja de la querencia un ser querido –tal mi primogénito Carlos–, o de un amor idílico, o en cualquier otra circunstancia en que el tiempo no retrocederá, tal los 31 de diciembre. Por eso que el ¡adiós!  causa angustia y zozobra, ya que nos enfrenta a un horizonte de posibilidades inciertas, aunque ciertas a lo que dijimos ¡adiós! No obstante, ninguno es tan lapidario como la muerte…

Antes del saludo del Año Nuevo, no baste con enumerar cronológicamente las calamidades personales o familiares, las catástrofes y los siniestros nacionales y mundiales que han sucedido este año, es mejor desmenuzar el origen de las cosas negativas que se van a quemar, con el fin de enmendar procedimientos y contribuir a encontrar mejores derroteros para propios y extraños.

Se ha oído por todo lado apelar a la ética, cuya conciencia no es patrimonio de un credo religioso ni de un partido político ni de una organización social, por contra, es de cada persona, de cada familia, de cada comunidad. Sin embargo, esta conciencia debe encenderse y brillar en el 2025 para caminar sin tropiezos ni remilgos; y, aunque no se claudiquen creencias religiosas, ideologías políticas o actitudes culturales, hay que reafirmar la convicción ética que no excluye la conciliación, tanto de las ideas como de los problemas de la vida.

El año que en breve inicia sea de esperanza, esperanza de sentimiento y actitud que permite otear el futuro con optimismo y confianza. ¡Venga el Año Nuevo con signos renovadores de cambio! (O)

Dr. Edgar Pesántez

Médico-Cirujano. Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación Social y en Lengua y Literatura. Maestría en Educomunicación y Estudios Culturales y doctorado en Estudios Latinoamericanos.

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