Nada se sabe bien sino por la experiencia. Nada se aprende en realidad salvo en cabeza propia, decían los abuelos y tenían razón. Tuvo la humanidad que vivir un holocausto en Europa, un intento de exterminio de una raza entera, para entender el valor de los derechos humanos. Tuvimos que ver al planeta en agonía, mientras el clima se desquicia y una tremenda sequía en un rincón encuentra su respuesta en una inconcebible inundación en otro rincón del mundo. Nosotros, nosotros tambíen, tuvimos que vivir dictaduras, golpes de Estado y tiranías para aprender el valor de la democracia, último bastión desde el que defendemos nuestro derecho a ser y existir.
Sin embargo, hay otras lecciones que, aun viviéndolas hasta la saciedad, no logramos aprender. Mucho tuvimos que sufrir para desterrar a La Argolla, la sombra del siniestro Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil, en cuyos despachos se decidían los destinos de la patria, largo tiempo sufrimos los gobiernos de las élites económicas, clericales y fanáticos. Y, sin embargo, un siglo después, volveríamos a poner en el poder a un fanático religioso que, además, era dueño de uno de los principales bancos del país. Largos años esperamos por la Revolución Liberal del mítico Alfaro para recuperar la dignidad y superar la nación de los hacendados, del mayoral y el huasicama. Mucho hemos hablado sobre la economía primaria y dependiente, de este petróleo que antes fuera el banano; y sin embargo, hemos puesto la nación en manos del primer hacendado del país, del mayor exportador de banano y bajo su gobierno, hemos aprendido lo que se siente tocar fondo y vivir una de las peores crisis económicas y humanas de nuestra historia.
Y entonces me pregunto: ¿Estamos listos para aprender del pasado? ¿O volveremos a cometer los mismos errores en este ciclo interminable de elegir al mismo gobernante con distinto rostro, una y otra vez? ¿Comprenderemos la necesidad, urgente, vital, desesperada, de dar un golpe de timón o volveremos a poner el país en manos de los que siempre lo han poseído? ¿En manos de los que le han hecho tanto daño…?
Ya veremos. Ya veremos… (O)