Cada año nuevo llega con listas de deseos, propósitos y sueños por cumplir. Nos preguntamos qué queremos lograr, qué esperamos que la vida nos ofrezca, como si el año nuevo nos debiera algo. Tal vez es momento de dar la vuelta a esta idea y en lugar de preguntarnos qué queremos recibir este año, nos enfoquemos en lo que podemos dar.
En la tradición cristiana, el 6 de enero marca el día en el que los Reyes Magos llevaron regalos al niño Jesús. Oro, incienso y mirra fueron sus ofrendas, y aunque estos presentes tienen un significado espiritual, el acto de dar fue en sí mismo un gesto de reconocimiento y entrega. Ellos no llegaron pidiendo, llegaron ofreciendo.
El dar no tiene que ser un gran acto de generosidad desde el punto de vista económico, puede ser tan simple como ofrecer tiempo, paciencia, una sonrisa, o una palabra amable, cosas que todos podemos dar independientemente de nuestra situación económica. Es sabido que el acto de dar tiene un poder transformador, tanto para quien lo recibe como para quien lo ofrece. Adam Grant, en su libro Give and Take, argumenta que las personas que dan de manera generosa —ya sea tiempo, recursos o conocimientos— no solo fortalecen sus relaciones, sino que también encuentran más satisfacción y propósito en sus vidas.
Tal vez, si todos nos planteamos qué podemos dar este año —en lugar de qué esperamos recibir—, podríamos empezar a construir una sociedad más generosa en la que las pequeñas acciones se acumulen y transformen nuestra realidad.
Así es que este año, la pregunta no es qué nos traerán los próximos doce meses, sino qué entregaremos nosotros en puro modo Reyes Magos. Porque dar, al fin y al cabo, es un regalo que cambia, no solo a quienes lo reciben, sino también a quienes dan. (O)