¿Y ahora qué nos hacemos los azuayos con 108 candidatos a asambleístas provinciales, distribuidos en 18 listas, de los cuales seis, gracias a nuestros votos, gozarán de una pasantía en la Legislatura durante cuatro años y con un sueldo mensual que bordea los 5 mil dólares?
Lo peor es que no se los puede elegir de entre las diferentes listas sino en “gajo”.
Si hubiera la primera opción, cuando menos habría chance de escoger a algunos “potables” que, parece, sí los hay, aunque habría que buscarlos con lupa y palo de romero.
Como no la hay, toca hacer la plancha, con lo cual algunos tienen la posibilidad de ganarse la lotería sin necesidad de comprar el guachito. Esto ha ocurrido siempre.
Con un poco de suerte, aunque con poca masa gris, algunos podrían cambiar el rumbo de sus vidas y pasar de “nadies” a honorables. ¡Para lo que también sirve la democracia, no!
Como dicen los entendidos, los interpretólogos de las encuestas, de las serias por supuesto, a nivel presidencial como que la suerte está echada. Si es así, ¿qué pito tocan los otros 14 “figuretes”?
La banda presidencial estaría para el noboísmo o el correísmo. Quién primero, quién segundo, está por verse, y en el orden que lleguen disputarían en segunda vuelta aquella tela fina, espiritual y ritualmente bordada en los claustros. O sea, tapándose la nariz, habrá que volverá escoger a uno de los dos.
Así las cosas, como dicen los entendidos, los presidenciales de esas dos corrientes “arrastrarán” a los futuros asambleístas azuayos. Siempre ha ocurrido.
¿Serán dos, serán tres, por cada una? Con los que computan los votos, nada es seguro en este país.
Teóricamente se tendría a cuatro seguros. No cito nombres porque ni se quiénes también serán.
Otra vez, teóricamente quedarán dos curules en disputa, aunque podrían ser tres. Dos o tres que saldrían de esa maraña de candidaturas, de la cual son parte, caraduras, denunciólogos, chuchumecos, tiktokeros, fotogénicos, calcutas, prestanombres y hasta rayos X de politiqueros fantasmas.
De una de aquellas dos corrientes hay algunos que buscan reelegirse, pero ahora por otros grupillos, lo que hace pensar que cuando fueron elegidos lo hicieron en calidad de adherentes y fueron parte del festín. ¿O qué?
Según el Diccionario del Diablo, como adherente se entiende a aquel “secuaz que todavía no ha obtenido lo que espera”.
O sea que apuestan por la carambola; pues, en el fondo son brazos del mismo pulpo, gusanos de la misma podredumbre. ¡Qué vivos, no!
¿No será mejor que nos diera eligiendo la Inteligencia Artificial? ¡Ya, ya, que las elecciones no sean obligatorias! (O)