Paisajes de lluvia

Tito Astudillo y A.

Definitivamente, iniciado enero, el paisaje de Cuenca y su entorno tienen características propias definidas por el invierno que lo especifica como mes de grandes lluvias. Cambia el color de su paisaje matizado por el verdor de su entorno; el brumoso de su cielo atenuado de niebla y nubes propiciadoras; el circuito montañoso y sus cerros con bufanda premonitoria del lado por el cual llegarán las precipitaciones; y el paisaje sonoro, determinado, por el rumor de sus ríos y la lluvia cayendo sobre los tejados, las vidrieras, el adoquín, el cemento, el asfalto y sobre el follaje con sus ritmos y armonía característicos.

Cambia el paisaje de la ciudad con el exuberante colorido de sus parques y avenidas; el lecho de sus ríos, hasta hace poco inusuales rutas de piedra y polvo, ahora caudalosos torrentes germinadores de exuberante  biodiversidad que se manifiesta en sus orillas pobladas de infinidad de especies exóticas y nativas, como los árboles de capulí en flor y fruto tierno, pronto comenzará la devastación de su ramaje por alcanzar unos frutos, algo se debe hacer para evitar su destrucción, vigilancia, cámaras, sanciones, en fin, algo mismo. Y cambia el paisaje rural, “para muestra basta un botón”, si va al Parque Nacional Cajas, en estos días, la visión impresionante de las Dos Chorreras, las cascadas que dan nombre a ese primor valle desde sus lagunas nacientes y sus torrentes descendiendo imponentes, a diferencia de solo unos días atrás, apenas distinguible, una de ellas, como una caidita menor.

 “Lluvia en enero tranca al granero”, reza la sabiduría popular, llueve el cielo en enero y la tierra le devuelve abundancia, expresada, en el verdor de sus cultivos, flores, frutos y pájaros. La chacra, es una promesa para la felicidad del chacarero, del minifundista, del parcelero y jornalero; lluvia en enero es garantía de buenas cosechas y graneros llenos para felicidad del agricultor y del habitante de la ciudad y del campo; sonríe satisfecho el labriego y en su sonrisa, cómplice de sabiduría ancestral, va su agradecimiento a la tierra, al cosmos y al espíritu universal que le habita, porque, con las lluvias de enero, el paisaje humano interior, hecho de sensibilidad, también cambia. (O)

Dr. Tito Astudillo

Médico, docente y periodista. Fue miembro titular, vocal de Directorio y Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, Núcleo del Azuay. Exdocente de primaria, secundaria y educación superior.

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