¿Qué pasó con Ecuador?

David G. Samaniego Torres

Es hora de la verdad, solemos decir.  De labios afuera proclamamos con énfasis que la verdad nos libera y que solamente a través de ella es posible construir una comunidad unida, en la cual usando términos idénticos llegamos a una diáfana comprensión de aquello que buscamos porque esos términos tienen significados iguales o, al menos, similares, cercanos a la verdad.  En síntesis: la palabra nos convoca, la palabra nos acerca, la palabra nos une y se convierte en el medio idóneo de entendimiento para disentir o aunar criterios y concordancias. Usar términos idénticos con significados disímiles es el comienzo del fin: una Torre de Babel con todas sus nefastas consecuencias. Es posible que, con un ejemplo,  ayude a una comprensión mejor de lo expuesto.

“Llegó la hora del gobierno del pueblo,” se oye.  Las intervenciones en los mítines previos a una elección usan y abusan del término pueblo. El diccionario de nuestra lengua lo define así: “Conjunto de habitantes de un territorio unido por vínculos culturales o políticos”. Un ecuatoriano, es parte del pueblo, si le unen a él vínculos culturales o políticos. Es decir un ciudadano que habita Ecuador y que no está ligado a sus habitantes por dichos vínculos, mal puede llamarse ciudadano ecuatoriano; por esto las agrupaciones que se forman en torno a elecciones y que desconocen los deberes y derechos de los ciudadanos ecuatorianos mal pueden estar integradas por grupos populares cívicos, por ciudadanos ecuatorianos, por hijos de igual madre patria; no son otra cosa que oportunistas, apostadores de fortunas, inversionistas de tiempo y comportamientos a órdenes del mejor postor.

Los jóvenes y adultos que tienen la obligación de estar siempre cerca de los candidatos, con banderas, pancartas y garrotes en sus manos, listos para hacerse respetar por la fuerza, son personas que desconocen idearios cívicos y forman guardias de choque a órdenes del mejor postor.

‘El pueblo unido jamás será vencido’ se ha convertido en un grito irresponsable que procrea agrupaciones políticas  que aúpan a seres inescrupulosos  alimentados por las ansias de llegar al poder para dar rienda suelta a motivaciones ajenas  a urgencias cívicas.

¿Acaso es plausible gobernar con enojos y odios? Entonces, ¿a dónde se fueron los planes de gobierno, la jerarquía de valores que deben mantenerse,  la clara visión del ayer, las necesidades de hoy y las urgencias del mañana?

¡O tempora o mores! (O)

Dr. David Samaniego

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Fundador de Ecomundo, Ecotec y Universidad Espíritu Santo en Guayaquil. Exprofesor del Liceo Naval y Universidad Laica (Guayaquil) y colegio Spellman (Quito).

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