Iniciamos el 2025, y para sorpresa de todos, una cantidad impresionante de polillas, conocidas como mashos, invadieron el corazón de Cuenca. Desde entonces, el centro histórico acoge a estas mariposas nocturnas, que se aglutinan en el interior de la Catedral atraídas por la luz. No son visitantes pasajeras; según especialistas, se quedarán hasta los primeros días de febrero.
Amigos lectores, no sé si a ustedes les pasa, pero estos mashos negros, grises y de distintos matices oscuros, con tan solo volar sobre nuestras cabezas, nos causan pánico. Ese miedo quizás se justifica porque no son tan comunes, por su aspecto y tamaño, que varía entre 15, 17 y hasta 24 centímetros. Estas polillas han esperado como pupas debajo de la tierra hasta encontrar condiciones de humedad adecuadas.
El cambio climático evidente, con cinco meses de sequía en Cuenca, propició que estas polillas permanecieran bajo tierra hasta emerger como adultas. Algunos de nosotros, llevados por el miedo, pretendemos matarlas, como si fuéramos dueños de la vida. ¡Qué osados somos! No entendemos que en la naturaleza todo es equilibrio. Sin polillas o mashos, no hay polinización. ¿O cómo creen que se elimina tanta fruta dañada? Son ellas quienes ayudan en este proceso de limpieza.
No son una plaga; la verdadera plaga está en nuestra manera de mirar las cosas. Pensamos que somos tan poderosos como para decidir quién vive y quién estorba, y eso es falso. Sin el equilibrio natural de la madre naturaleza, nuestra propia existencia peligra.
En definitiva, venceremos el miedo entendiendo que los mashos también ocupan un espacio en este planeta llamado Tierra, y en esta bella Cuenca. Quizá, en un futuro, no tengan que soportar nuestros estruendosos gritos si la madre naturaleza les brinda su hábitat necesario. Cuidemos de la Pachamama, para que especies como las polillas no se vean obligadas a sobrevivir en medio de una sociedad que sigue creyendo que son seres del mal; Ojo, no son mensajeros de la muerte. (O)