En días pasados las quebradas de Marianza y de Checa crecieron inusitadamente, provocando muchos daños en las casas ribereñas. Esto puede seguir ocurriendo con todas las quebradas que hay en la provincia del Azuay, las cuales existen en gran cantidad. Por lo tanto, las comunidades y los municipios en compañía de la prefectura deben dedicarse a limpiarlas y, en términos técnicos, a renaturalizarlas. Las quebradas, que son de diferentes proporciones, son parte del sistema fluvial y son realmente valles estrechos y profundos, esculpidos por la naturaleza. Son fuentes de vida para las plantas, animales y también para los seres humanos.
Ahora las aguas de las quebradas que vienen de los cerros, muchos de los cuales han sido quemados, adquieren una velocidad mayor y ocurre lo que se llama “escorrentía”, que no es más que el escurrimiento del agua lluvia que desciende desde las alturas hasta llegar a las redes fluviales de mayor tamaño, como los ríos. La escorrentía es un proceso básico del agua y tiene varias características, tales como aquellas superficiales que por gravedad las aguas descienden.
También existen escorrentías subterráneas, las que se infiltran en el nivel freático hasta llegar a los ríos. En general todas las aguas lluvias que caen van a las quebradas y forman un caudal importante nutriendo a los ríos. Sin embargo, por la velocidad de las aguas, se puede perder el suelo y también las viviendas, que son construidas irracionalmente junto a ellas. Por eso es indispensable volver a darles el espacio natural a todas las quebradas, para que no ocasionen daños y recobren su belleza y su función.