Tiempo de reflexión

Edgar Pesántez Torres

Me siento desbordado por la pantomima política de nuestro país. La democracia que debería ser un faro de esperanza, la han transformado en un chiste de mal gusto, en una caricatura que se burla de sí misma. La democracia ha sido secuestrada y convertida en una herramienta para satisfacer caprichos personales y agendas ocultas de grupos selectos. Los demagogos de ayer y los de hoy, venden ilusiones bajo el disfraz del “bien común” a los espectadores pasivos de este teatro absurdo, ‘cretinizándolos’ para que los vitoreen y aplaudan en cada arenga que prorrumpen: ingenuos que no saben que tras las cortinas hay solo codicia e hipocresía.

El título del escrito podría considerarse un lugar común para situaciones similares, sobre todo ahora que proliferan como nenúfares candidatos con intereses espurios y que son respaldados por un organismo corrupto encargado de organizar, dirigir y supervisar los procesos electorales desde su convocatoria hasta la proclamación de resultados. El trasfondo del Tribunal Supremo Electoral (TSE) emana un tufillo que resulta difícil ignorarlo.

Recuerdo mi vida estudiantil secundaria y universitaria, sobre todo, cuando absorbíamos proclamas llenas de efervescencia revolucionaria. Por aquellos tiempos –imborrables por lo demás–, las disputas entre líderes e integrantes giraban en torno a ideologías comunistas o socialistas; algo se mencionaba sobre la socialdemocracia, pero siquiera se consideraba hablar sobre el liberalismo o el conservadurismo.  Era de identidad rebelde llevar tatuajes, stickers, gorras… con viñetas del “Che”, Marx, Lenin, Mao… mientras los de Jesucristo se ocultaba en el pecho o en un rincón de la casa, acordado sólo horas antes de los exámenes.  

Las ideologías del pasado fueron convincentes gracias a su filosofía; hoy, no necesariamente lo son. Ahora las ideologías pueden ser vistas sólo como meros conceptos teóricos o como pasiones desbordadas que justifican actos inmorales. Ya dijo Albert Camus que las ideologías pueden servir para legitimar crimines estatales –como sucede hoy mismo con dictaduras como la de Venezuela– o, aquí mismo, con autócratas surgidos al azahar. Por ello, siento escepticismo con las dieciséis “creaturas” sin ideologías, en busca del trono de Carondelet.  

Fukuyama hablaba sobre la muerte de las ideologías, posteriormente retractado, válido en este tiempo no solo para evitar dogmas sino para elegir a personas con trayectorias verificables: honestidad, dignidad, ecuanimidad, patriotismo, entre otros criterios seleccionadores para elegir a funcionarios públicos de elección popular. ¿Existen tales candidatos? Si no entre los presidenciables, salgamos con la lámpara de Diógenes en busca de representantes dignos para la Asamblea, que por ahí se encuentra una dama.  (O)

Dr. Edgar Pesántez

Médico-Cirujano. Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación Social y en Lengua y Literatura. Maestría en Educomunicación y Estudios Culturales y doctorado en Estudios Latinoamericanos.

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba