La literatura infantil tiene el reto de llegar a pequeños lectores con facilidad para ser comprendida y palabras propias a su edad. De la trama de la historia o novela, depende su atención, y las ilustraciones ayudan a figurarse en ese mundo mágico que ofrece la lectura. Desarrollan imaginación, incrementan su vocabulario y por ahí puede dejarles también un aprendizaje para la vida, un valor, o un sueño.
Cada semana mi pequeño debe cumplir con la lectura de un libro. “El libro de la semana” es el nombre del proyecto que acertadamente promueve su maestra. Llegó con Juanito Habichuela y otros cuentos. Me leía unas páginas con algunos nombres foráneos y decidí darle una lectura rápida para comprender mejor. No es una novela y fácilmente llegué al segundo cuento, con el título de este artículo. Era sobre una coneja que tuvo camadas de 7 conejos por año. Con la primera, se molestaba cuando sus hijos llegaban con malas notas de la escuela, les jalaba las orejas, les pellizcaba la colita y se ponía furiosísima. Al año siguiente, con la segunda, se ponía furiosa y les jalaba las orejas. Con la tercera, solo les jalaba las orejas, y con la última, se decía “lo importante es que están sanos.”
Vaya lectura infantil con un mensaje para adultos. El cuento concluía algo así: “Lamentablemente no todos tienen la suerte de ser el hijo número 28.” ¡Pum! Ahí estaba el mensaje directo, no sé si únicamente para primerizas o a toda mamá y por qué no, papá. Claro que quisiéramos que nuestros hijos sean los primeros de la clase, el mejor lector, quien más rápido resuelve, la primera en obtener una medalla, la más organizada, la que llega directo a hacer las tareas. Está muy bien guiar hacia este camino. Pero es cierto que tan o más importante aún son la salud y la felicidad. Y es cierto también que, con los segundos hijos, traemos la experiencia de saber que todo pasa, todo fluye y al final hay una solución.
De este libro entregado en lengua alemana por la austríaca Christine Nöstlinger (+), destaco la fantasía y la realidad de sus cuentos. Nos permite recordar cómo fuimos, somos o son nuestros hijos. Muestra la vida infantil, el sarcasmo, ironía o creatividad que existe en ellos, en su comunicación y en su imaginación; y nos hace reflexionar sobre cómo es ese mundo… ya olvidado por nosotros. (O)