¿Hay un proyecto de país a mediano y largo plazo en las propuestas de los aspirantes a dirigir su destino en los próximos cuatro años a partir del 24 de mayo de 2025, sobre todo proclive a seguir aplicándolo por los sucesivos mandatarios?
¿Hablan sobre esa perspectiva sus respectivos planes de trabajo entregados al CNE, y por cuales, el pueblo, al ganador, hasta puede plantear su remoción?
Casi nada, o nada mismo. Todo apunta a la coyuntura, a ganar el poder como sea. Como diciendo: luego veremos.
Con las diferencias del caso, el modelo económico instaurado en el Perú desde hacía varias décadas ha dado resultados, sin importar si el gobernante es de derecha, de izquierda, o de cualquier centro.
Ni se diga el caso de Chile, ahora mismo gobernado por un presidente de una izquierda remozada, pero resuelto continuar con el modelo imperante durante varios lustros, si bien con ligeros matices.
¿Y por estos lados? Todo en el aire. ¿Conviene seguir con el modelo estatizante previsto en la Constitución, en especial en áreas consideras como estratégicas; o dar un gran salto para atraer inversiones, hablamos de grandes inversiones internacionales, similares o mejores a las llegadas a aquellos dos países?
Ya vamos ocho días debatiendo sobre el debate realizado el domingo anterior; viendo quién de los candidatos pega más fuerte en redes sociales, preocupándonos de sus perfiles, digiriendo la polarización entre correísmo y anticorreísmo; o, unos pocos, visualizando si, de pronto, por ahí asoma una “tercera vía”.
¿Han oído a los presidenciables referirse, pero con propuestas reales y convincentes, así les cueste votos, sobre el gravísimo problema financiero del IESS; peor de seguir con el subsidio a los combustibles; ni se diga sobre cuál será su política internacional; tampoco en cuanto a la cada vez más menos explotación petrolera; o a la millonaria indemnización a favor de Chevron a pagarse en 2025?
Los electores tienen la última palabra.
