La historia de un migrante no es ajena para las y los ecuatorianos. Años en Nueva York o New Jersey, jornadas interminables, inviernos despiadados y el miedo constante a ser detenido. Todo con un solo propósito: enviar dinero a su familia en Ecuador y garantizarles estabilidad económica. Esa realidad, compartida por miles, se encuentra hoy amenazada por el plan de deportación masiva promovido por Donald Trump, que busca expulsar a 31 mil ecuatorianos en 2025, una cifra que triplica las deportaciones del año anterior y que tendrá un impacto profundo tanto en la vida de quienes regresan como en la economía del país.
Las remesas son un importante sostén de la economía ecuatoriana. De acuerdo con las autoridades, en los primeros tres trimestres de 2024, estas alcanzaron los 4.753,3 millones de dólares, mientras que la inversión extranjera directa apenas llegó a 217,4 millones. Es decir, el país recibe casi 22 veces más dinero de sus migrantes que de los inversionistas que tanto se busca atraer con tratados de libre comercio. Por ello es preocupante que la caída en remesas, que puede llegar al 4%, termine afectando directamente el consumo, el pago de deudas y la estabilidad de miles de hogares que dependen de estos ingresos.
El drama no es solo económico. Quienes regresan lo hacen en condiciones adversas: endeudados, sin empleo y enfrentando un país donde la inseguridad y la falta de oportunidades fueron, en muchos casos, las razones de su partida. Una de las candidaturas a la presidencia reaccionó con una propuesta de acogida a los deportados con fondos mensuales, acceso preferente a créditos y a empleo. Una semana después el gobierno ha anunciado programas de asistencia, aunque poco se ha dicho sobre la presión financiera que esto representa y menos aún sobre una solución sostenible: la regularización de la diáspora ecuatoriana. Si nos esforzamos tanto por abrir mercados para atraer capital extranjero, ¿por qué no luchar con la misma intensidad por mejorar las condiciones de nuestra mayor fuente de ingresos?
A quien llegue a Carondelet le corresponde duplicar esos esfuerzos en favor de los ecuatorianos en el exterior, negociando mejores condiciones y, ojalá, abriendo la puerta a la regularización de quienes aún esperan por su sueño. La economía del país, y el futuro de miles de familias, dependen de ello. (O)
@avilanieto