Este jueves concluye el bullicio electoral. Desde las 0h00 comienza el silencio electoral. Un juego de palabras; igual de conceptos.
En teoría, durante ese silencio los electores reflexionan su voto. ¿Ocurrirá eso cuando, según encuestas serias y responsables, la mayoría ya tiene decido por quién votar?
¿Ocurrirá aquello si en las redes sociales, al no estar prohibido, seguirán los dimes y diretes sobre las elecciones; igual las noticias falsas, los rumores; en fin, toda esa hojarasca digital casi dominante durante la campaña?
Ojalá, ojalá los ecuatorianos hayamos reflexionado el voto, tanto para presidente de la república cuanto para asambleístas, si bien, como dicen los analistas, el sufragio, en la mayoría de los casos, obedece a impulsos emocionales.
De eso trata la responsabilidad ciudadana. El destino del Ecuador está en manos de su pueblo. No es ser peyorativos, pero no se va a elegir al dirigente de un barrio, de un club deportivo, de un comité de damas o de caballeros.
Se va a elegir al estadista, a quien deberá tomar decisiones pensando en el Ecuador; a quien tratará, por encima de las diferencias, de unir a los ecuatorianos; de buscar, a toda costa, recuperar la paz social; de comandar un proyecto de país para el mediano y largo plazo, de sacar provecho de las potencialidades, aun de las vicisitudes.
Ecuador está harto de la polarización. De la lucha política mal entendida, forzada para defender intereses personales, grupales y hasta partidistas; peor de asumirlo como si fuera un cuadrilátero en el cual fajarse para ver al supuesto enemigo, creado incluso, en el suelo.
Tremenda responsabilidad ciudadana. Lo repetimos.
Según análisis, la población juvenil, categorizada como Centennials y Millennials, es ampliamente mayor a quienes están por encima de los 45 años y más.
Una nueva generación. Y no cualquier generación tecnológica y académicamente hablando, con otras aspiraciones. Sin duda, terminará inclinando la balanza electoral. Lo veremos.