En estos tiempos nada fáciles en el que el mundo está polarizado y nuestro país dividido en dos bandos radicales, es complejo comprender cómo muchos voceros de un prófugo que hoy dicen defender la libertad y pintan sus discursos de verde esperanza, hicieron todo lo contrario en el pasado.
Es un desafío hablar o escribir sabiendo que todo puede ser usado en contra de uno, pero la defensa de las ideas y el intercambio respetuoso de opiniones debe estar por encima del miedo y de cualquier amenaza. La libertad de expresión y la libertad de pensamiento son intrínsecos en toda sociedad, y como parte activa de la misma, debemos alzar la voz para que nadie pretenda controlarnos o ponernos una mordaza.
Dentro de un entorno de hiperinformación, en donde a la vez existe mucha desinformación, una posición de censura no viene al caso. En su lugar, se debe procurar que la información que recibimos provenga de fuentes oficiales y contrastadas. Cuando encuentran que la prensa les incomoda, que las opiniones antagónicas les produce urticaria, es cuando prefieren controlar a los que exponen en público sus ideas a la vez que tratan de impedir la diversidad de opinión.
La última “joyita” del Socialismo del Siglo XXI tras ganar un papel protagónico en la Asamblea Nacional, es pretender la resucitación de la Ley Mordaza con la que gobernaron en el pasado. Aquella ley que, en la década robada, estaba liderada por el “Can” Ochoa, el Torquemada criollo de los medios de comunicación. Las malas lenguas cuentan que hace años se esconde en algún lugar de Sudamérica, con el rabo entre las piernas, postura que adoptan los perros cuando saben que se han portado mal, muy mal.
Estas propuestas represivas son propias de quienes al mismo tiempo dicen defender la democracia, mientras aplauden la censura y la narcodictadura. Qué no nos quede duda alguna que la Ley Mordaza lidera la lista de prioridades de la candidata de la mafia. Quien busca controlar y callar la libertad de expresión y de pensamiento, inevitablemente eliminará toda clase de libertades. Para opinar y discrepar, debe haber garantías para hacerlo. Recordar los abusos y atropellos que sucedieron en el pasado, debe llevarnos a que estos no se repitan en el futuro. La memoria es frágil y la amenaza de la mordaza debe ser un llamado de atención para defender nuestras libertades. (O)