En la promesa, lo que está en juego es la realización de la verdad. La verdad, a su vez es una construcción fantástica que aspira eternidad en el mundo de las contingencias. Se trata de la ficción de la organización del devenir. El mito esperanza, igual que la ciencia, predice. Todo, alrededor de una promesa. Más allá de lo ontológico, la cultura promete construir un ser humano que pueda hacer promesas. Una construcción dolorosa levantada sobre el “aprendizaje” de la memoria. Recordar no solo es mirar el pasado, sino garantizar cómo debe ser el futuro. El ser, solo es una transición infinita enmarcada en estos vectores. Pero la capacidad de prometer, llevó al ser humano al reconocimiento de la libertad y del poder. Solo el que es libre puede prometer. Solo el que tiene poder, tiene libertad. De tal manera que el dominio político se establece en el control de la capacidad de hacer promesas. Esto se traduce en la disminución de la fuerza individual, la voluntad, y el amor por la vida. La capacidad de hacer una promesa es también la capacidad de inventar. La promesa suprime el deseo inmediato y transforma el orden mientras afianza la identidad. Sin promesa tampoco hay confianza, y esta es la matriz de la voluntad colectiva. Disminuidos, temerosos desconfiados e incapaces de hacer promesas, somos fácilmente manipulables. (O)
Dr. Sebastián Endara
Ph.D. Quito, 1978. Ensayista, poeta, docente universitario. Especialista en Pedagogía política y pensamiento social. Editor en Jefe de las revistas científicas de la Universidad Católica de Cuenca.
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