Seguramente Daniel Noboa creerá que él puede ganar en la elección que se avecina porque una real mayoría de ecuatorianos le apoya Pero, está en un error porque en este país no se gana por el número de votos. El Ecuador desde la época del correato y del socialismo del siglo XXI es un país en el cual se necesita hacer fraude para triunfar. Para prueba allí está lo que sucede en Venezuela, Nicaragua, Cuba, etc. Recordemos las vergonzosas épocas en el Ecuador en las que en medio de los escrutinios se producían los apagones informáticos y cuando se restablecía la transmisión de datos había cambiado; quien estuvo ganando de pronto perdía. El Tribunal Electoral manifestaba su pleno acuerdo con esta nueva y anómala situación y se consumaba el fraude en vista y presencia de los tales observadores internacionales y del país entero.
¿Podríamos creer que estando Correa nuevamente involucrado en la política, como está sucediendo en estos días. Las cosas marcharan de manera diferente? Por supuesto que no. Ya se han realizado denuncias concretas sobre hechos fraudulentos acaecidos en la elección pasada. Se sabe de actas electorales adulteradas, de resultados numéricos que no corresponden a la realidad.
Si todo el sistema electoral de Tribunales y Consejos es el mismo que fue designado durante el correato ¿Cómo podríamos los ecuatorianos pensar que habrá un manejo limpio y escrupuloso? No es aventurado pensar que Atamaint y sus gentes serán fieles al patrón que les ha mantenido con jugosos sueldos y poder durante tantos años.
Si Noboa quiere ganar es preciso que se hagan correcciones muy enérgicas en todo el proceso. Es indispensable que en el escrutinio haya personas que vigilen muy seriamente cómo se manejan los recuentes y las actas. Allí se han realizado, en el pasado proceso electoral, acciones evidentemente irregulares para cambiar los resultados. Sería algo inconcebiblemente ingenuo que se tolere el que los votos blancos sean convalidados para la candidata opositora y que los votos válidos por Noboa sean anulados. Es una suprema ingenuidad el pensar que el correísmo vaya a hacer correctamente las cosas y permitir que gane el candidato opuesto. (O)