Uno de los graves problemas de la democracia es el populismo porque esta forma de participación política, según la experiencia histórica de nuestro país y en otros del mundo occidental, utiliza el principio de participación pluralista, para destruir la institucionalidad que garantiza el estado de derecho concentrando sus atribuciones en la potestad única de la función ejecutiva que asume el poder absoluto.
Dictadores con el título de presidente y pretensiones vitalicias.
Recordemos que por la vía revolucionaria asumió el poder Fidel Castro, quien ofreciendo elecciones libres, derrocó al dictador Fulgencio Batista… pasaron los años y no se instituyó la democracia, más bien el castrismo con sus herederos domina Cuba desde 1959, con un recetario ideológico preconcebido en una mixtura de autoritarismo extremo y prácticas estatizantes de inspiración marxista, eliminó los derechos fundamentales y en aplicación del monopolio estatal suprimió las libertades individuales y la propiedad e iniciativa privadas.
Hoy en día como producto del sandinismo, Daniel Ortega desde 1985 asume los poderes absolutos y ahora con una ley fundamental por la que su cónyuge es designada copresidente con facultades discrecionales, peculiar de estas dictaduras, prohíbe la oposición y toda manifestación de libre pensamiento.
En Venezuela, con el chavismo desde febrero de 1999, y en estos días, luego del fraude consumado en las elecciones de julio del 2024, Nicolás Maduro, con el mismo recetario totalitario, asume el poder, propone una Constitución que anula las libertades y derechos ciudadanos de libre opinión, impone la prensa única, elimina los derechos y libertades de la sociedad civil para manifestarse, liquida el derecho de asociación y penaliza la oposición política y como tiene el control de las fuerzas armadas, de la legislatura, de la función judicial y del Consejo Electoral asegura el poder de manera indefinida.
En este panorama, el sistema electoral ejecutado por populismo, es un instrumento del poder absoluto de los dictadores del siglo XXI.
En Ecuador, no debemos reeditar este muestrario de involución política. (O)
