Llevo varias semanas en un devaneo cansino, nada productivo. Mis abuelos, mis padres, la escuelita ‘Alberto Castagnoli’ de Sígsig y luego mis estudios restantes me enseñaron a pensar, a dudar de aquello que nos parezca incorrecto, a descubrir la verdad, a encontrarla, hacerla nuestra y divulgarla. Es obvio que este proceso presume contar con seres ávidos de saber, buscadores de la verdad y luego defensores acérrimos de esa verdad conquistada.
En toda nación coexiste un grupo de personas disminuido en sus capacidades referentes al pensamiento; en estos casos, ya no depende la meditación del querer o no de una persona: se trata de una incapacidad para hacerlo. Muy cerca de nuestras vidas están esos amigos o parientes que no gozan de todas las facultades mentales. Esto ha pasado siempre. Todos, en nuestros círculos sociales conocemos a esas personas, las aceptamos como son y no exigimos de ellos aquello que sí lo hacemos o debemos hacer de los demás.
La naturaleza humana inició su presencia en el universo con el bagaje de sus cinco sentidos, con ellos ha logrado transformar el mundo que habitamos buscando normalmente el bien de la comunidad y, en ocasiones, torciendo esa natural propensión y convirtiéndose en agente del mal: así lo registra la historia de los pueblos que nos antecedieron. Ecuador vive en estos días en una encrucijada, el transitar por ella se vuelve cada día una aventura tenebrosa, incierta. Juntar las manos para remar hacia un mismo destino se ha vuelto una empresa titánica; al vivir horas de incertidumbre el norte pierde su sentido y los esfuerzos se dirigen a metas dispares, alejadas del objetivo central donde Ecuador debe llegar.
Les incomodo, amigos de El Mercurio, con un pedazo de mi historia personal: fui profesor de filosofía en diversos centros educativos. Aprendí un día y luego entregué a mis alumnos algo muy obvio que, por ser tal, en ocasiones lo menospreciamos: “Todo efecto obedece a una causa proporcionada”. Un par de ejemplos: 1) si las carreteras del país están destrozadas y caídos algunos puentes es porque no fueron técnicamente construidas para soportar desastres; 2) si adolescentes y jóvenes integran bandas de terror y matan sin rubor alguno: ¿en dónde están sus padres y qué pasó en sus hogares?
¿Somos un pueblo de cuerdos o de entontecidos? La cordura exige conservar nuestras tradiciones y defender nuestra heredad patria: ¡ahora o nunca! (O)