Hacía muchos años ocurrió en Guzho, en Los Trigales, en Santa María de El Vergel, entre otros sectores de Cuenca. Ahora es en Challuabamba, sector residencial de la ciudad, apetecido por su ubicación, servicios y el paisaje.
En una parte de esa zona, concretamente donde se levantó la urbanización Villa Juliana, 22 viviendas están en riesgo de volverse inhabitables. Una de ellas, valorada en 350 mil dólares, ya lo está.
Otras nueve presentan cuarteamientos en paredes, tumbados, piso, y comienzan a caerse a pedazos.
Fotografías y videos demuestran la magnitud del problema. Con mayor razón la pesadumbre de sus dueños. Si tener techo propio es el sueño de toda familia, para lo cual se ahorra, se endeuda, y de pronto ver el desastre, descorazona profundamente.
La incógnita surge por no saber con exactitud las razones desencadenantes del problema. Predominan las hipótesis sobre las certezas. Destrabar este nudo corresponde hacerlo a la Municipalidad, a su empresa ETAPA, a Gestión de Riesgos.
Según la gerencia de ETAPA, no hay relación entre el macrodeslizamiento preexistente y la infraestructura de agua potable o alcantarillado. Es decir, no hubo fugas de agua. Esta es su tesis.
Para Gestión de Riesgos, el problema se presentó hacía muchos años, agravado, ahora, por el invierno. Según un estudio hecho en 2017 la zona es parte de la Formación Loyola, caracterizada geológicamente por la presencia de arcillas. Es más, a través del Mapa Google se identificaron cambios topográficos, indicadores de la existencia de un relleno en el terreno, y, por lo tanto, inestable.
En 2012 el terreno no era urbanizable. En 2013, en el Concejo Cantonal cambian el uso del suelo previa demostración, por parte del dueño del terreno, de estudios geotécnicos, pero obviando imponer una metodología especial para la construcción de viviendas.
¿Va por allí el meollo del asunto? A investigar se ha dicho, incluyendo a los constructores. Es hora de sentar precedentes.
