Ya hace tiempo que vengo pensando que las cosas no están bien. Que nuestra orgullosa Cuenca, y en consecuencia el Austro del Ecuador, no son objeto del respeto que, históricamente y a pulso propio, se han ganado. Empezando por la absurda asignación de aproximadamente USD 50 millones al presupuesto municipal de Cuenca para el 2025. Una asignación ofensiva que equivalente a unos humillantes USD 80anuales per cápita, que no llegan a representar el 6% de los ingentes USD 890 millones (considerando solamente lo recaudado por el SRI durante el ejercicio económico 2024) con los que nuestro territorio sostiene cada año la ineficiencia del gobierno central. Compromiso, insuficiente a todas luces, que de todas formas tampoco se cumplió, pues aún tiene pendiente la transferencia de aproximadamente USD 22 millones desde el año pasado.
Y ahora, que estamos en tiempos electorales, sería importante que a los dos candidatos que, hoy por hoy, se disputan las llaves del reino, les quede claro que en Cuenca no encontrarán una mano extendida suplicando caridad. Existe, si lo quieren así, la reivindicación de un derecho y una relación de interdependencia entre un polo de desarrollo regional y un gobierno nacional que necesita regresar la mirada al territorio. Así que no. No se equivoquen. Cuenca es una ciudad de paz, centro fundamental de la industria, la artesanía y el turismo a nivel nacional. Y sí, hemos sabido vivir solos y levantar esta ciudad excepcional sin deberle nada a nadie. Pero habrán de tener cuidado. Cuenca es una ciudad de paz, pero también es un pueblo digno. Y no deberán confundir serenidad con resignación.
Ni deberán tampoco olvidar aquella deuda que bordea los USD 980 millones de dólares mantenida con las administraciones descentralizadas, de los cuales USD 444millones, por lo menos, se adeudan a los GAD Municipales. En efecto, señores candidatos, consideran, antes de volver a visitarnos, que Cuenca es un pueblo que no permitirá más desplantes del centralismo y va siendo consciente, ahora más que nunca, de la herencia de los abuelos. Esa herencia que se traduce en una sola y contundente realidad: Con Cuenca no se juega…