La pandemia de COVID-19 exacerbo las desigualdades existentes, afectando negativamente el progreso hacia la igualdad de género. En América Latina y el Caribe, se estima que la pandemia provocó un retroceso de más de una década en la participación laboral de las mujeres. En Ecuador el estado no ha invertido ni un dólar en mejorar la situación laboral de las mujeres desde entonces.
La violencia de género aumentó significativamente durante el confinamiento, con efectos incalculables en la salud mental y bienestar integral de las familias. El estado redujo significativamente la inversión en la atención de la violencia de género, mientras que el femicidio incrementa vertiginosamente desde la pandemia.
Los servicios de salud sexual y reproductiva se limitaron debido a la priorización de recursos en atención del COVID-19. Esto resultó en un aumento de embarazos no deseados y complicaciones relacionadas con la salud materna, a tal punto que el índice de mortalidad materna se incrementó en el país y la región.
Han pasado 5 años de la pandemia y los resultados de esta en la vida y desarrollo de las mujeres siguen pasando factura, sin embargo, hay un silencio y vacío enorme sobre lo sucedido, como si no hubiese pasado nada. (O)