¿Recuerda los talleres rotativos del colegio? En el mío, pasábamos por música, danza, nutrición, electricidad, dibujo técnico, y manualidades. Cada uno con la duración aproximada de un mes y medio. El examen final consistía en presentar un circuito de luces con empalmes a prender con un pulsador; una fruta dibujada y pintada con efecto de sombras; un postre que nos haya gustado; una coreografía folklórica; un ensamble musical, y finalmente, un lienzo con las distintas puntadas para bordar diseños básicos, pero cuyo objetivo primordial según decía la profesora, era: “por lo menos deben saber cómo arreglar la media rota, no van a botar a la basura las prendas de vestir solamente porque tengan algún hueco pequeñito.”
Todos adolescentes, hombres y mujeres, aprendimos estos oficios que prefiero llamarlos labores cotidianas. Si bien había preferencia por uno u otro taller, y también prevalecían ciertas aptitudes de cada persona para cada rama, lo aprendido continúa sirviéndonos, a mí, hoy más que en aquel entonces. Puedo estar alerta ante un cortocircuito, atornillar y desatornillar ciertas cosas con una noción de dónde puede estar el error en el funcionamiento de algo o evitar un problema mayor. Valoro cada día la música y la danza que permiten expresar a través del cuerpo y con emoción todo lo que llevamos dentro. Agradezco saber sobre el manejo de sombras al colorear algún dibujo y mis pequeños se fascinan cuando les muestro un “truquito” para pintar, y yo, tengo la satisfacción de sentirme capaz de ayudarles.
Esos talleres, son una vía hacia decidir profesiones y principalmente se convierten en arte. La gastronomía, las artes plásticas, los tejidos y las piezas derivadas de las manualidades, las instalaciones eléctricas, todas ellas conllevan creatividad, y también razonamiento. No solo son muestrarios o exámenes horneados. Todas estas labores, se consideran también como terapias personales que se aplican para relajarnos, distraernos, soltar el estrés y por qué no, hacer y dar pequeñas muestras de cariño. Vuelve a mí la ilusión de las manualidades gracias a mi chiquilla cumpleañera, quien demanda ayuda para hacer una casita de cartón y cunas para sus animalitos. Quien me ha pedido le haga una prenda a crochet. Me recuerda que lo que bien se aprende, nunca se olvida. (O)