Ciertas decisiones son difíciles de tomar, cambiar de trabajo, terminar una relación o dejar atrás un camino que parecía seguro. Dudamos, postergamos y buscamos señales que nos confirmen si estamos haciendo lo correcto; pero en realidad es difícil saber cuándo es momento de dar el salto y cuándo vale la pena resistir un poco más.
Daniel Kahneman, en Thinking, Fast and Slow, explica que nuestro cerebro está programado para evitar pérdidas más que para buscar ganancias, por eso, muchas veces permanecemos en trabajos que nos desgastan o en relaciones que ya no nos hacen bien, simplemente porque la incertidumbre nos parece más aterradora que la incomodidad actual.
Para tomar decisiones difíciles, expertos sugieren tener claridad sobre el problema, a veces, la incomodidad es pasajera y otras, una señal de que hemos llegado al final del camino. En realidad, no todo es blanco o negro, y muchas veces existen alternativas intermedias que pueden permitirnos hacer ajustes antes de tomar una decisión radical.
Imaginar cómo sería nuestra vida después del cambio también nos puede dar pistas, porque, a veces, la intuición encuentra la respuesta antes que la razón.Consultar a personas de confianza puede ser útil, no para que decidan por nosotros, sino para que nos denperspectivas que tal vez no habíamos considerado, en todo caso, es clave aceptar que la incertidumbre es parte del proceso y que esperar hasta tener la certeza puede llevarnos a la inacción.
Las decisiones drásticas nos asustan porque nos incomodan, pero no tomar acción también es una elección, y muchas veces nos deja atrapados en lugares donde ya no crecemos. Como decía Søren Kierkegaard: “La vida solo puede entenderse mirando hacia atrás, pero debe vivirse hacia adelante”. (O)