Es cierto, en el ámbito político se generan muchas expectativas y promesas durante los procesos electorales, pero una vez consumado el sufragio, es crucial entender la naturaleza de las funciones asumidas por los asambleístas, quienes tienen que guardar sindéresis y conocimiento. Elegir a los representantes fue un acto que debió llevar mucha responsabilidad y, a menudo, una carga moral. Cada voto llevaba un consigo la esperanza de un cambio real, empero, ya hay decepciones al observar que algunos empiezan hacer declaraciones sin siquiera saber de sus roles fundamentales, hablando ahora de obras materiales y hasta de ejecutar “revoluciones culturales”.
La legislación y la fiscalización son pilares de cualquier sistema democrático, y es fundamental que los asambleístas se mantengan enfocados en esas atribuciones y no en otras que corresponde a otros poderes del Estado como el de administrar justicia o el de la gestión de Ejecutivo, y menos todavía atemorizando con venganzas a opositores políticos. Si bien es natural que la gente anhele obras visibles y atractivas, los asambleístas elegidos, tantos como desempleados hay en el país, deben recordar su deber primordial es crear leyes que respondan a las necesidades de la sociedad y supervisar su implementación de manera efectiva. Deben ser guardianes del bien público, asegurando la transparencia y la rendición de cuentas, tan venido a menos en los últimos gobiernos.
La crítica y la falta de información sobre las funciones de los legisladores es válida. Por ello, fomentar una ciudadanía informada es crucial para que las decisiones que se tomen sean verdaderamente coherentes con las necesidades y aspiraciones de la comunidad. La democracia no terminó en febrero ni concluirá este mes; requiere una participación continua y un compromiso de todo ciudadano para exigir de quienes ocupan estos espacios desempeñen sus cargos con responsabilidad. Sólo así se contribuirá para que las obras, las “revoluciones culturales” y los avances se orienten de manera efectiva hacia el bienestar colectivo, con un enfoque claro en la legislación y la fiscalización que realmente impulse el desarrollo y el bienestar del pueblo.
Deplorablemente los elegidos han comenzado a soltar su lengua imprudentemente como cuando eran candidatos, centrándose en la campaña presidencial con menosprecio y denigración a sus oponentes “ideológicos”, y de paso ofreciendo revolucionar la cultura en el arte, el idioma, el deporte, la educación, etc. Primero, ¡señores elegidos!, hablen de culturas y no en singular, porque comprendiendo la diferencias y cercanías con otras culturas se conocerá las características, los límites y las posibilidades de la nuestra. (O)