Reflexionemos sobre los derechos que elegimos, sobre la igualdad que exigimos y la autonomía que anhelamos.
Nosotras somos parte elemental de la agenda política, de la planificación, de la decisión y de la ejecución; y, muy a pesar de las repercusiones, las mujeres no debemos declinar a nuestros diarios propósitos pues, solo así podremos desmantelar las desigualdades sistémicas; recordemos que una igualdad con excepciones no es igualdad.
La presencia de las mujeres no es casualidad, es causalidad temporal y espacial; cuando una mujer lidera, la economía prospera; cuando una mujer es sano potencial, hay cambios y se ve el progreso; cuando una mujer no es discriminada ni violentada, hay desarrollo y armonía en su vida y en la de los suyos.
Desde el hogar como cultivo social, en el diario vivir y hasta llegar al gobierno y sus poderes, como mujeres de diversidad etaria, étnica, ideológica, religiosa, sexo-genérica, con permanencia o transitoriedad geográfica, y otras, debemos ser y parecer. Si hace aproximadamente ciento veinte años a razón de la primera conmemoración (1911) por el Día Internacional de la Mujer, fuimos objeto de uso y explotación, hoy aún lo somos, ajustado a la realidad actual, pero aún lo somos y es que cada una tiene su historia, su lucha, su límite y su techo de cristal.
Enfatizo en el “hoy aún lo somos”, porque se supone que hemos evolucionado y por ende se entiende que adquirimos mayor capacidad para pensar, entender y actuar, con lógica y basada en la razón, más allá de la sororidad y la empatía, pero a la fecha NO hay igualdad “tangible”; como diría una de las nuestras, hoy víctima de la violencia patriarcal y víctima de la violencia política ¡Dejémonos de hipocresías!
El 8M es una fecha para reflexionar…(O)