En nuestro país cada vez más polarizado y plagado de desigualdades, la Doctrina Social de la Iglesia lanza un llamado urgente a los cristianos para asumir su responsabilidad política. Este compromiso no se limita a votar o elegir representantes, sino que exige una participación activa en la construcción de una sociedad más justa, solidaria y respetuosa de la dignidad humana.
La Iglesia considera la política como una forma elevada de caridad, una herramienta poderosa para promover el bien común. Esto significa trabajar para que las estructuras sociales favorezcan el desarrollo integral de todas las personas. Los cristianos estamos llamados a poner nuestros talentos y valores al servicio de la comunidad, enfrentando las injusticias con coraje y contribuyendo a la reconciliación en una sociedad marcada por divisiones.
Uno de los pilares de esta responsabilidad es la defensa de la dignidad humana, un principio que guía todas las acciones políticas del cristiano. La Doctrina Social de la Iglesia insiste en que toda política debe estar al servicio de la persona, respetando sus derechos fundamentales desde la concepción hasta la muerte natural. Este compromiso con la vida se extiende también al respeto por la familia, la libertad religiosa y la justicia social.
El cristiano, además, debe actuar con integridad y transparencia, rechazando prácticas como la corrupción y el favoritismo. En su participación política, está llamado a buscar la verdad y la justicia, eligiendo personas honestas que en sus actos y decisiones reflejen los valores del Evangelio. Esto requiere una formación constante, ya que una conciencia bien formada es clave para discernir decisiones éticas y responsables en el ámbito público.
Es importante destacar que, aunque los cristianos se involucran en política, la Doctrina Social de la Iglesia subraya la autonomía del Estado y la importancia de la laicidad -cosa que ya vivimos en nuestro país por más de cien años-. Esto no implica excluir los valores éticos y espirituales de las decisiones públicas, sino garantizar que estas sirvan al bien común en un marco de respeto por la diversidad cultural y religiosa.
En definitiva, LA RESPONSABILIDAD POLÍTICA DEL CRISTIANO NO ES OPCIONAL, TAMPOCO NEGOCIABLE. Es una vocación que exige valentía, coherencia y un profundo compromiso con la transformación de nuestro país que, por el asunto del narcotráfico y la minería ilegal sobre todo, se cae a pedazos. En este contexto, cada cristiano está llamado a ser luz en la oscuridad, testigo del Evangelio y constructor de una sociedad habitable. (O)