Cuaresma II

Tito Astudillo S.

Inspirado en los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto, el Concilio de Nicea, primer Concilio Ecuménico de la historia, celebrado en 325, declara el periodo cuaresmal que sucede al carnaval y precede la conmemoración de la Semana Mayor.

La cruz de ceniza sobre la frente, símbolo del eterno retorno al humus de la tierra, simboliza también, dentro del rito judo-cristiano, el periodo penitente de preparación que, tras la fiesta del carnaval, nos conduce, entre el miércoles de ceniza y el domingo de ramos al encuentro de los misterios crísticos que dan sentido y trascendencia a la fe.

Durante un periodo se suprimieron de la cuaresma los domingos, por considerarlo día festivo, en su lugar se aumentaron cuatro días posteriores, de allí que, en algunos ritos, el periodo cuaresmal se mantiene hasta el Jueves Santo.

Según la tradición bíblica el diluvio universal duró cuarenta días, fueron cuarenta décadas de esclavitud y cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel en el desierto tras su salida de Egipto; cuarenta ciclo de purificación previos a la pascua, palabra hebrea que se traduce como paso, de las tinieblas a la luz, del vicio a la virtud, de la ignorancia al conocimiento, el paso de la esclavitud a la libertad, cuarenta ciclos de disciplina y constancia para cruzar el umbral de la Semana Mayor hacia la celebración de los misterios en que trasciende la existencia.

El contenido simbólico de la cuaresma se expresa en prácticas que, desde instrumentales ayunos impuestos por condición, caminan a propósitos personales por práctica de fe, la religión enfrenta su propia pascua en el paso del dogma a la conciencia. (O)

Lcdo. Tito Astudillo S.

Economista y máster en Comunicación y Marketing Político. Docente e investigador universitario en la Universidad Católica de Cuenca. Consultor en estrategia y desarrollo organizacional y en comunicación política.

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